De los creadores de “Me cansé de ti” y “Necesito un tiempo” llega: “Ha pasado un año y todavía no nos vemos…

 

 No falta el momento en una relación en que uno de los dos siente el hastío y deja  salir de sus labios ésa frase “Démonos un tiempo”. Entonces el otro se queda pensando: ¿tiempo para qué? ¿Para pensar, para decidir si quiere seguir conmigo o prefiere terminar, para estar con alguien más, para descansar de mí, para extrañarme, o para olvidarme?
No importa cual excusa haya elegido para proponerlo puesto que a la larga ninguna es la verdadera y además siempre te pone en segundo lugar, ya que lo que tú crees que es un bien para ambos solo termina favoreciendo a quien lo pidió, o acaso ¿tú también necesitabas espacio en la relación? En fin, tanto cavilar para que después no te quede más remedio  que decir “tómate todo el tiempo que quieras”, y eso con la esperanza de que algún día vuelva.
No nos caigamos a cuentos, todos sabemos que el tan mencionado  “tiempo” es el preámbulo de un final, sólo que en vez de hacerlo corto con un simple “adiós”, toman el camino más largo y torturador.
Lo cierto es que lo más sensato sería decir “hasta aquí llegamos, esto llegó a su fin” porque sin importar el “tiempo” que se lleve, cuando regrese (si es que lo hace) terminará diciendo que aprendió a vivir sin ti y tú habrás desperdiciado horas, días o meses inútilmente.


"Los niños hablan en futuro y crean su mundo, los adultos hablan en pasado y destruyen el suyo" No importa si somos niños hoy o si fuimos niños ayer, lo importante es que nunca dejamos de crecer...

 
Por el niño que todos escondemos pero que sabemos que siempre vive en nuestro interior...
 Feliz Día!!!





          Todos hacemos el mismo viaje, con el nacimiento como boleto de salida y la muerte como destino. Para todos es el mismo, aunque con diferente duración y diferentes caminos.
          Después de nacer sabemos lo que es real y lo que es cierto, hacemos distintas escalas, crecemos, aprendemos, atesoramos momentos, acciones y recuerdos, y nos aferramos a lo que tenemos. Llenamos nuestra vida de experiencias y tratamos de dejar huellas que marquen nuestra existencia para que cuando termine el viaje no se pierda nuestra esencia.
          Y luego de morir solo quedan lágrimas, sollozos y lamentos, vacío en las cosas, vacío en las personas, nuestro cuerpo inerte yace indiferente desalojado de sentimientos, ideas y memorias, libre del último aliento que cogió vuelo hace tiempo y nos despegó del mundo al que jamás volveremos.



No falta el momento en que una simple frasecita,  dicha por alguien más con respecto a algo que hiciste mal, te pone a pensar. Entonces comienzas a cuestionar tu accionar, a preguntarte por qué no obraste de tal modo  o de este otro, piensas en el daño que causaste, las personas que heriste, el rumbo que tomaron las cosas e imaginas que hubieses evitado mucho de haber hecho algo distinto.
Entonces empieza a relucir lo peor de ti en tus pensamientos, empiezas a culparte por actuar sin medir las consecuencias, empiezas a juzgarte por ser terco, egoísta, impulsivo, inmaduro y otros calificativos negativos que tú tomas como insultos mientras ves como se llena poco a poco el balde de tus defectos.
Típico que en ese instante no salga a tu rescate alguna virtud de la que te puedas prender para animarte y quedarte al menos con el sabor agridulce de que no eres tan malo y de que un error lo comete cualquiera, por el contrario la balanza sigue inclinándose hacia tu desgracia y el peso es cada vez peor. Mientras tanto miras la desaprobación en los rostros de otros, la decepción que les causas, esa mirada lastimera que no hace falta explicarla para que hiera, y te avergüenzas.
Luego, no sabes qué nombre darle al cómo te sientes o a lo que en ese momento crees que eres: un cretino  apenado, un perdedor frustrado, un imbécil adolorido pagando por el mal que hizo, el malvado, la oveja negra, la manzana podrida de la cesta, en fin, “toda una mierda”.


  

Parece que fue ayer cuando estuve contigo y hoy de pronto te encuentras besando otros labios, reflejándote en otros ojos, despertándote en unas sábanas con un olor distinto y cobijándote en otros brazos que no son los míos. Después de aferrarme a tus caricias infinitas, a la textura de tu piel y a tu particular forma de ser, me toca echar a un lado todo lo vivido y empezar a aceptar a alguien más en tu camino.
¿Dónde quedó el punto final y el punto de inicio? Me extravié en el trecho existente que separa lo anterior de mi presente. Cómo es que ahora debo hallarte un sabor a olvido y colocarte en un lugar recóndito de mi recuerdo donde están todas las cosas que he perdido.
Aún me cuesta acostumbrarme al compás de otro latido, a la fuerza de otro cuerpo, al sonido de otra voz, al deambular nocturno de otros pasos, al ritmo de otra respiración.
No cabe duda de que ya no nos pertenecemos, tengo que comenzar a coleccionar nuevos momentos y comprender, así duela, que tu vida es de otra y que yo sólo estoy en tu memoria.


 



 La mayoría de las veces, siempre que sale algo mal o no tiene buenos resultados, le echamos la culpa a alguien más de lo que acontece, una manera estúpida de lavarnos las manos del asunto, de buscar excusas  y parecer víctimas.
Entonces según la situación hay un culpable: el estudiante que no aplica en clases, el infiel que nos pone los cuernos, la televisión con su mala programación, el político que miente, la prostituta que se vende, la cola que nos hace ver impuntuales, el médico que dejó morir al paciente, el vendedor que nos estafa, el gobernador que no hace nada, el adolescente que no respeta, el agresor que nos violenta, el dinero que no rinde, las leyes que no sirven, un Dios inexistente que no nos cuida, la guerra que no cesa, un problema que nunca falta, el empleador que no contrata, el policía incompetente que llega tarde, la injusticia que nunca se va de viaje…
Y mientras tanto deben parecer inocentes: el profesor que no se hace entender, la tonta que no atendió a su marido bien, el que se vio hasta el final el pésimo programa, la gente que se dejó engañar, el que paga por sexo, el descuidado que no salió a tiempo, el enfermo que no logró sobrevivir, el comprador  ingenuo, el pueblo que no ayuda o elige de forma errada, los padres que no educan, el torturado que no se defiende, el que gasta más de lo que debe, las personas que no cumplen las leyes, los incrédulos o desconfiados, la paz que no llega, la solución que no buscas, el trabajador  que no se postula, la inseguridad que crece o quien se arriesga por propia cuenta,  la justicia que se ausenta..
Si  me preguntan quién es el culpable respondería que ambos: el estudiante que reprueba y el profesor que no explica, el infiel y la que lo descuida, la televisión y su audiencia, el político que miente y quien le cree, la prostituta y quien le paga, el tráfico y el desprevenido, el médico y su paciente, el vendedor y quien le compra, el gobernador y su pueblo, el adolescente y sus padres, el agresor y el agredido, el dinero y el inconsciente, la ley y el ciudadano,  Dios que nos hace incrédulos y la humanidad sin fe, la guerra y la paz eternas, el problema y la solución que desacuerdan cada vez, el empleador y el desempleado, el policía y el afectado, la injusticia y su hermana que siempre está vacacionando.
Al final, te das cuenta que todo esto  es una simple excusa y que la culpa es de todos, pues si unos llevaron  a cabo la acción y otros la pudieron evitar, para qué reprocharte si la culpa es tuya o de los demás.


...María aprendió que ciertas cosas se pierden para siempre. Aprendió también que había un lugar llamado "lejos", que el mundo era vasto, su aldea, pequeña, y que la gente interesante siempre acababa marchándose...
...María empezó a creer entonces que el mundo era demasido grande, el amor algo muy peligroso, y la Virgen, una santa que vivía en un cielo distante...

Acá les comparto un trozo de un libro de Paulo Coelho que estoy leyendo, es bastante bueno, léanlo, lo recomiendo... *)



 
Viéndote a través del humo
Tus ojos aguados, tus labios partidos
Me pregunto hacia donde viaja tu mirada
Por qué suenan intermitentes tus palabras.
Vas y vienes
Te empapas de la nicotina que aspiras
Y con ella se evaporan poco a poco tus días.
Miro tu ansiedad disfrazada
El temblor de tus huesos
El resplandor de tus manos
El desequilibrio de tu cuerpo.
Ceniza a Ceniza te desvaneces
Y el aliento que escapa de tu garganta
Me envía el mensaje de que mueres.



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