Laberintos

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Ya no vuelvo a fingir una sonrisa
Hace rato que mi alma pide luto.
Ya no vuelvo a fingir que estoy de fiesta
Hace rato que mi cuerpo está vencido.
Hay una brisa, un susurro, un eco
Martillándome el oído
Golpeando tras mi oreja
Rogando que lo atrape
Para ahorcarme a mí misma
Y así acabar conmigo.
El frío se ha colado en mi esqueleto
Que se estremece
Baila una marcha fúnebre, grotesca
Me amedrenta
Oxida las articulaciones
Quema cada centímetro óseo
Me resquebraja, me yerra 
De pie me hace polvo.
Ya estaré tiesa cuando perezca.
El silencio es un grito inarticulado
Un cementerio de voces muertas
Se hace secreto que todos guardan
Una cárcel de sonidos en la garganta.
La arena del otro lado de la cama me escuece los ojos cuando despierto
La calle es el cuaderno de un niño obligado a trazarle a las hojas el margen
La misma piedra se reúne conmigo en el camino
Y otra maleducada se interpone en el medio sin pedir perdón ni permiso.
El roto de mi bolsillo se deshilacha 
También en las dos tierras, la que habito y la que me sostiene, hay sendos agujeros.
El ciego de la esquina sigue viendo culpables de sus cuencas vacías en tuertos y falsos videntes. 
El tiempo perdido me espera
El indeseable de turno me cobra, me solicita, me abre la puerta y me encierra.
El motivo de mi existencia se repliega, se abandona, se humilla, no ofrece resistencia.
El torrente de mis venas me esquiva.
Siempre que vuelvo a casa
Una manada de lobos con la luna extraviada olfatea mis pisadas.
No sé si huir de sus colmillos o acercarme a su pelaje.
Desde arriba alguien me observa incrédulo y me alborota el pelo con su aliento.
¿O seré yo quien no cree?
La certeza titila en el horizonte, pero no se queda quieta.
Aún hay una cerradura de la que no tengo llave
El mismo muro me golpea la cara
Del otro lado un fantasma
En el espejo una sombra por reflejo.
– ¿Dormirás desnuda o alquilarás un disfraz? –me pregunta la luz.
No respondo y paso el interruptor.
Una bruja se pasea en la oscuridad
El olvido se reproduce, se rebobina, se clava en la parte más tétrica y se detiene.
Una brisa, un susurro, un eco
Me martillan el oído
El frío se cuela en mi esqueleto
Ha invadido mi cerebro
El exceso de realidad me congela
Se me derriten los sueños
Se me salan las mejillas
Volteo hacia el otro lado de la cama 
Topo con una máscara
Una especie de cortocircuito
La maldita bombilla me tiende una trampa.
Reto al insomnio a duelo
Mis ojos disparan a traición
Hay un payaso riéndose de mí pero no conmigo en la habitación
Comienza la pesadilla:
Mi alma está de luto
Mi cuerpo está vencido
Se acabó la fiesta
Y ni las sonrisas fingidas me quedan.
Hay también un vacío milenario, asonante, repetitivo 
Y mientras permanece le pregunto:
– ¿El hombre nunca se ha encontrado o siempre ha estado perdido?









2 comentarios:

  1. Muy duro, y muy detallista, manteniendo desde el principio hasta el final esa sensación de desolación. Me alegro mucho de la vuelta, y me encanta vuestro nuevo look. Besos.

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    1. ¡Muchísimas gracias, Javier!! Ya era hora, ¿no? :D Nos alegra que te guste.. ¡Un abrazote!! ;)

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