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Salió impulsada sin que nada la detuviera, rompió el aire, resquebrajó el ala del sombrero de una dama sonriente antes de hacerlo caer al suelo, rozó peligrosamente la nuca del hombre que escupía sobre su filete mientras le vociferaba improperios a su compañera de mesa, hizo chillar a un perro que le ladraba impaciente a su dueño, destrozó el cristal a través del cual una pequeña miraba con embeleso el movimiento de una cola, provocó que un auto frenara en seco al advertir el golpe contundente de un cuerpo contra el lateral izquierdo, volcó un camión de carga que intentaba evadir a un conductor distraído que salía expulsado del parabrisas de su vehículo, acabó con el empleo de un vendedor ambulante al que le cayeron tres toneladas de mercancía en el puesto, llovió comida chatarra sobre el pavimento, dos mendigos se apresuraron a recoger los alimentos que le habían caído del cielo…
Del otro lado, más allá de los desamparados que peleaban con el comerciante del sitio de trabajo destartalado quien a su vez discutía con el chofer de carga pesada causante de su desgracia, el cual lo ignoraba cariacontecido para prestarle mayor atención al sujeto que quedó varado en su parabrisas con la vista perdida en una infante tendida en el asfalto, a la que una solícita mascota le lamía insistente la cara mientras un hombre la halaba del cuello y le bramaba sobre el lomo entretanto una mujer encopetada tomaba del brazo al caballero y lo instaba infructuosamente a abandonar el lugar; ella seguía rompiendo el aire sin hacer evidente su trayecto.
Tal vez la única persona capaz de percibirlo se encontraba a algunos metros del magno acontecimiento... Sentado indiferente en un taburete a las puertas de una tienda, una pierna cruzada sobre la otra, retiró a medias la vista del diario que leía y vislumbró ajeno la confusión que tenía lugar a lo lejos: un choque, una vidriera rota, gente aglomerada, curiosos que iban y venían, el ulular de unas sirenas en la distancia. Sin sacar algo en claro, sin un mínimo interés por enterarse por sí mismo de lo ocurrido, frunció el entrecejo negando vagamente y volvió la vista al periódico soltando: “lo que haya pasado ya saldrá mañana por aquí”.
No tuvo chance de leer otra línea, el impreso se le había desdibujado de las manos antes de caer al suelo, el suelo desapareció bajo su pie derecho justo cuando la realidad impactó en su pecho, en su pecho sangraba una herida, en la herida se incrustaba una bala, en la bala fragmentos de la ley del talión deformada y en su centro, la liberación de un rencor añejo.
A kilómetros de allí, ubicado en un sitio estratégico colindante con el local de enfrente, alguien hacía un recuento de las escenas sin inmutarse. Fue testigo del rencor liberado de la bala que le abrió una herida en el pecho y borró de la realidad al hombre que leía un diario con una pierna cruzada sobre la otra sentado indiferente sobre un taburete a las puertas de una tienda, incapaz de percibir el trayecto de un objeto que rompía el aire en su dirección y mucho menos que una mujer tomaba del brazo a un caballero que le bramaba a un perro que lamía insistente la cara de una infante tirada en el pavimento, a quien un conductor veía con la mirada perdida atascado en el parabrisas de su auto mientras un chofer de carga pesada lo vigilaba cariacontecido sin prestarle atención al propietario del puesto ambulante sobre el cual había volcado tres toneladas de mercancía y que le reclamaba por los daños causados al tiempo que discutía con un par de mendigos desesperados por recoger los alimentos que le estaban lloviendo del cielo.
– ¿Quién diría que mañana serías noticia? –Se regodeó por lo bajo, los labios contorsionando el rostro hacia un lado en un gesto que bien podría significar una mueca o una sonrisa malévola.
Maldijo para sí sorprendiéndose del jaleo producido, pero no de ser la única persona capaz de apreciar el suceso en toda su magnitud. Observó por última vez el cuerpo del hombre que ahora se mantenía a duras penas sobre el taburete, su humanidad regándose a borbotones por su camisa y ensuciando tristemente el suelo mientras impregnaba de otra clase de tinta el diario matutino de ese día y, antes de girar sobre sus talones para darle a todo la espalda, desanduvo con sus pupilas la trayectoria de la bala hasta la boca del cañón del arma que sostenía.


Aldo Simetra





6 comentarios:

  1. Es demoledor leer el suceso también desde el punto de visto del señor para el cual el fin justifica los medios, y quedarte sin dolor hasta el final, gracias a esa narración sólo física de los hechos. Mañana será noticia, pero se olvidará de cuál fue el día en que perdió el alma. Saludos desde por aquí.

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    1. Te agradezco, Javier!
      Sí, no quise involucrar sentimientos para que cada quien pudiera formarse los suyos al leerlo. Me gusta pensar, tal como dices, que olvidará el día en que perdió el alma, eso es mejor a nunca saber que está perdida.
      Un abrazo y saludos desde por acá.

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  2. Me ha impresionado lo bien ambientado y relatado que está este relato, felicidades!!

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    1. Te agradezco mucho, Laura. Un placer. Saludos desde por acá.

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  3. Un magnífico y original relato que nos ofrece la posibilidad de "ver" los hechos hacia delante y hacia atrás, como si de una cámara se tratara, usando la trayectoria de una bala. Genial, me ha encantado!!

    Saludos :)

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    1. Le agradezco, Julia. Me contenta que haya encontrado el relato a gusto. Gracias también por lo de magnífico y original :)
      Saludos desde por acá.

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