Nota del Autor

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Fotografía de Oleg Oprisco

Corría el año 2013 cuando, cansada por vez primera de mis propias letras, estuve a punto de recoger la tienda y borrarme de este espacio; sentía que le faltaba algo a mi escritura (demasiado para ser franca) y pa’ las cagadas que escribía ni yo misma me habría extrañado... Entonces apareció Aldo a mostrarme las cosas desde otra perspectiva con una lección breve y, en apariencia, sencilla: “necesitas escribir como si nadie te leyera”. Tarea fácil para mí: nadie lo hacía; pensé de inmediato, pero no lo fue y todavía cuesta. Requiere de cierto grado de confianza, independencia, desnudez, entrega y osadía que suele esfumarse cuando te acercas con total intención al papel o al ordenador, y a pesar de ser ellos de naturaleza más endeble que la tuya, tú tiemblas por los dos. Aún así le aprendí a dar más de lo que daba en cada línea, a idear desde un lado distinto al del sarcasmo y la tristeza; a aprovechar otras emociones, por separado o en conjunto; a recurrir a la espontaneidad de cuando en cuando, a divertirme con el texto, a tomarme en serio, a soltar prejuicios, a superar miedos, a dejar de lado la vergüenza, las limitaciones y cadenas del “esto no va a gustar”, del “qué se pensarán de mí”, del “¡ah-ah, ni loca publico algo así!”... Me descubrió una yo que no conocía y me enseñó a crear como no sabía o no estaba segura de que podía hacerlo. 
Desde que apareció, o perdón, desde que me lo inventé, Aldo me ha prestado su nombre cada que me ha dado miedo o recelo acercarme al texto o a mis más turbias emociones y a su vez he disfrutado de la soltura e idea de libertad proporcionadas por una nimia porción de anonimato (siempre que, claro, el más sagaz lector lo haya pasado por alto).
Sin embargo, ya va siendo hora de despedirle; digamos que su viaje, que no el mío, ha terminado ya.
Gracias por seguirme el juego o no delatarme, o mejor: por creer que acá en el Trébol escribían dos autores y no únicamente Fritzy y su álter-ego.



Ah, ¡feliz Día de los Santos Inocentes!






5 comentarios:

  1. Siempre desconfié un poco de él. Supongo que por lo celoso que soy. Me alegro de su marcha, o mejor me alegro de que lo despidas. O es sólo por el día que es?

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    1. Jajaj, pero ¡qué territorial! Con lo buen compañero que es Aldo, no imaginé que le tuvieras tanta tirria como para alegrarte por su ida real o ficticia, que francamente vienen a ser casi la misma. ¡Un abrazote, Javier!! ;)

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  2. Hace poco vi una película en la que una aprendiz le pedía al maestro que le corrigiera un texto y éste siempre le ponía pegas, hasta que una vez le dijo la aprendiz: "ya estoy harta, no pienso cambiar ni una coma" El maestro le contestó:"Enhorabuena, ya eres escritora"
    Lo cierto es que me tenías totalmente engañado, aunque hacía tiempo que no leía al bueno de Aldo por aquí. Ahora que, si antes ya me sorprendía tu arte, ahora que sé que todo era tuyo.... ni tengo palabras. No se si valdrá que yo lo diga (otra vez), pero eres Grande. Por un 2017 pleno. Un abrazoooote muy fuerte. Y adiós don Aldo, ha sido un placer leerle... Ufff, no me hago a la idea

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    1. Me suena la película... Me hubieras mencionado el nombre a ver si refrescaba la memoria o me la apuntaba a la lista. Lamento el engaño (bueno, no tanto). La verdad Aldo ya se había ido por allá en "¿quién somos?", aunque no había quedado del todo claro. ¡Muchísimas gracias, Isidoro! ¡Muy feliz 2017! ¡Y un abrazote enorme!! ;)

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  3. ¡Ahora lo entiendo! Y también tu comentario de respuesta a "¿Quién somos?", ja, ja... Mira que nos ha costado pillarlo, que has tenido que decirlo claramente. Lo complicado del juego es que, literatura y vida, o ficción y realidad, están separadas por una pared tan fina y transparente que, muchas veces, no se sabe muy bien de que lado se está. Y cuando media otra pared con forma de pantalla de ordenador, ya ni te cuento.
    Muchos besos Fritzy

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