Entre Felino y Roedor

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– ¿Te has fijado alguna vez en cómo juega el gato con el ratón luego de haberlo cazado? Lo manotea de lado a lado, lo deja alzar sobre sus patas moribundas y recorrer torpe un trecho para luego enviarlo de regreso con un corte nuevo producido por el impacto de sus garras; esto se repite durante una tortuosa jornada, hasta que el roedor no puede moverse más que uno o dos centímetros. Entonces el gato, ufano, se agazapa vigilante en un rincón como burlándose de las esperanzas del ratón. Al rato, necesita un poco de movimiento o acción, se acerca a su presa, la huele, le propina un par de pequeños manotazos, pronto se aburre, la diversión se acaba y sus patas castigadoras no dudan en arremeter de forma definitiva contra el roedor. A veces basta con eso para abandonar finalmente el cuerpo inerte a su suerte; otras, percibe el olor de la sangre y la carne fresca y en un instintivo gesto lame, abre sus fauces y, con fruición, mordisquea.
– ¿No es un tanto cruel?
– ¿Qué no lo es? Me has pedido un paralelismo simple entre la vida y la muerte, y ahí lo tienes.
–Ya. Pero ¿cuál es cada cual?
– ¿Ves? Eso es justo lo que aún no me queda claro. De lo que no tengo duda es que somos ratones a la espera de ese último zarpazo.


Aldo Simetra





4 comentarios:

  1. Yo tampoco sé quién será cada cuál, pero lo que sí es seguro, que visto así, es: !qué cruel!

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    1. Ni yo. Aunque visto que ambas son igual de crueles, me pregunto si no sería conveniente entenderlas como una unidad. Un abrazo desde por acá.

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  2. Muy buen paralelismo sí señor. Lo que a nosotros nos parece cruel, para el gato es un juego, lo que a otros les parece cruel, para nosotros es sólo un juego. Está claro que todo depende del punto de vista, pero también está claro que vida y muerte, como apunta, son las dos caras de la misma moneda.
    Un abrazo Aldo

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    1. Cierto, aun cuando dejar aquello de los juegos y la crueldad en puntos de vista sea un tanto irresponsable. A nosotros concierne practicar el arte de la empatía con mayor frecuencia, no vaya a ser que terminemos hiriendo sensibilidades al mover pieza. Le agradezco mucho, Isidoro.

      Un abrazo y saludos desde por acá.

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