Siempre hay un punto en cada cosa o momento en que nos toca presenciar el principio del final, ése instante en que somos testigos de cómo se va agotando todo poco a poco y el tiempo deja los vestigios de lo que una vez fue o estuvo. Ese incómodo ínterin en el que toca despedirse de lo que tienes y darle paso a lo que vendrá, intentar adaptarte a lo nuevo sin mirar atrás, evitar poner cara de nostalgia cuando miras al pasado y sustituirla por una de felicidad para recibir con los brazos abiertos lo que te aguarda el futuro. Muchos se sujetan a frases como “mejor malo por conocido que bueno por conocer” y deciden cerrarse a lo que viene, otros se aferran a frases como “las cosas no siempre pasan como uno las espera” y permiten que mejores cosas lleguen, pero luego ambas terminan coincidiendo en que “todo pasa por una razón” aunque la desconozcan, porque ése “todo”, tanto bueno como malo, es pasajero y no hay ningún motivo por el cual las cosas no puedan marchar bien con el tiempo.
Al fin y al cabo, detrás de cada final siempre hay un nuevo comienzo…




Amarte y saber que no me amas
Tocarte y sentirte a la deriva
Mirarte y contemplar tu mirada vacía
Perdida en otra imagen que no es la mía.
Besar tus labios secos
Oír a un corazón que se detuvo en otro tiempo
Acariciar al viento
Porque mis manos no reciben reposo en tu cuerpo.
Y flotan mis palabras
Tus oídos están llenos de otras tantas.
¿Cómo es que escuchas una voz
Apagada y distante en el olvido
Y no puedes escuchar los gritos míos?
Soy más transparente que aquella en tu recuerdo
Ella posee todo lo que deseo
Irónico que el lugar que no me has dado
Lo tenga otra que nunca estará a tu lado.


 

Es más fácil cerrar los ojos que abrirlos, elegimos estar ciegos, preferimos estar dormidos. Nublamos nuestra mirada para no ver nada, opacamos nuestra vista para hacer que las cosas pierdan su valía y así dejar pasar situaciones fallidas.
Bajamos la cabeza avergonzados, nos tapamos la cara con las manos, evitamos que los errores nos lleguen creando una barrera indiferente.
Y así estamos, nos cruzamos de brazos, presionamos los párpados, mentimos, nos engañamos y ocultamos nuestro rostro en vano.

♦Si cierras los ojos para no ver la realidad recuerda que te ciegas por tu propia voluntad…♦





Esta historia comienza por el final, con una tonta que se dejó engañar y un idiota que se cree astuto y anda buscando otra víctima a quien estafar. Eso es todo lo que hay que contar pues, si narrará el principio no haría más que redundar.
           Y aquí estoy, intentando describir los detalles de algo que no los tiene, tratando de encontrarle forma a una figura abstracta por  no entender el motivo por el cual lo que para mí fue real para él fue un simple juego de azar.
Seguro apostó a ganar, se quedó con la felicidad que palpó en mi cuerpo, saboreó en mis labios y sintió en cada gesto de mi amor en vano, probó el elixir de la satisfacción en cada momento que estuvo a mi lado. A mí solo me quedó un sabor amargo y un olor constante a decepción que me señalan como “el perdedor”. De haber sabido que nada en él  era sincero, al menos hubiese puesto gotas de veneno en cada beso.
A todas éstas no se lleva la mejor parte, pues sé que signifiqué más que  un punto de diversión para él y ahora, masticará a duras penas mi ausencia para tragársela después.
            Sólo quisiera tenerlo en frente para reprocharle su falso querer, para decirle que no es necesario que me devuelva todo aquello que le di si a cambio se lleva el sufrimiento que no le pedí. Él seguro se burlaría nuevamente de mí, pero que me explique: si nuestra relación fue un chiste, ¿exactamente en qué parte debí  reírme?



 

          ¿Cómo decirte que te extraño más que nunca, que tu partida me ha dejado llena de una ausencia infinita, que soy presa fácil de la soledad y el vacío, que mi único deseo es que vuelvas y te quedes conmigo?
          ¿Cómo decirme que aun me deseas, que todavía en tu piel están marcadas mis huellas, que eres una sombra que la luz desvanece, que tu único anhelo era estar a mi lado siempre?
          Pero sobran las palabras, sobran los intentos, sobra expresar ahora lo que ya se extinguió con el tiempo. Si antes faltó un tú y un yo, está de más un nosotros cuando todo terminó.
          Ya no vale lamentar lo que ya sucedió, no vale recordar momentos que el presente borró, ni cuantos juramentos pusieron a prueba nuestro amor, ni en cuantos siempre o en cuantos nunca escribimos un futuro que ya caducó.
          Y lo sé, nos queda el consuelo de que quisimos amarnos hasta el infinito, pero tanto tú como yo sabemos que la eternidad fue nuestra cómplice pero no nuestro testigo.



 

Cuántas veces te has hecho una percepción de alguien o algo dejándote llevar por las apariencias, cuántas veces has juzgado sin saber o conocer. De seguro te has equivocado en más de una ocasión al dar la sentencia sin antes escuchar la defensa y luego te has apenado de que tu visión no sea la correcta. Sacas conclusiones de buenas a primeras basándote en los hechos que tienes al frente pero no en la historia que los precede, pones a un lado lo que es dejándote llevar por lo que parece ser, te lanzas sin pensar en lo primero que ves y confiando en que consigues un “con las manos en la masa” sales con “las tablas en la cabeza”. Le das rienda suelta a tu imaginación y se te olvida pensar que la realidad tiene más de una versión.
Mi consejo ante cualquier situación: esperar y  mirar dos veces, porque aunque una imagen valga más que mil palabras la interpretación que le estés dando puede estar errada.

 


 

Yo también puedo escribir unos versos tan tristes como esos, desahogar mi llanto por verte partir, reconocer que ya hace tanto te perdí y que lo único que compartimos sea este cielo que hoy para mi es oscuro y que tal vez brilla para ti. Podría escribir unos versos que anuncien tu nombre, que hagan renacer el sabor amargo que me produce el que no estés aquí, una mirada esquiva, un beso con labios secos, una despedida marchita que aun así es capaz de resurgir de sus cenizas. Escribiría quizás que todavía te quiero aunque estés lejos, me lamentaría del pasado que se asoma a mi presente porque aun lo sueño, me agotaría de preguntar por qué fue un adiós y no un hasta luego, remordería mi conciencia con actos de los que me arrepiento, me pondría a pensar en lo que pudo ser y en lo que no fue, desharía mi mundo solo con tu recuerdo y de seguro caería a tus pies. Pero luego, cuando me encontrara releyéndolos en silencio, bastarían instantes para darme cuenta de dos cosas: Una, no soy Pablo Neruda, y la otra, que ocupas tanto espacio en mi vida como un capítulo en una historia que apenas inicia.





 Parece que fue ayer cuando estuve contigo
  Y hoy de pronto seguro te encuentras besando otros labios,
 Reflejándote en otros ojos,
 Despertándote en unas sábanas con un olor distinto
 Y cobijándote en otros brazos que no son los míos.
 Después de haberme aferrado a tus caricias infinitas,
 A la textura de tu piel
 Y a tu particular forma de ser
 Me toca echar a un lado todo lo vivido
 Y empezar a aceptar a alguien más en tu camino.
 ¿Dónde quedó el punto final y el punto de inicio?
 Me extravié en el trecho existente
 Que separa lo anterior de mi presente.
  Cómo es que ahora debo hallarte un sabor a olvido
 Y colocarte en un lugar recóndito de mi recuerdo
 Donde están las cosas que he perdido.
 Aun me cuesta acostumbrarme al compás de otro latido,
 A la fuerza de otro cuerpo, al sonido de otra voz,
 Al deambular nocturno de otros pasos,
 Al ritmo de otra respiración.
 No cabe duda de que ya no nos pertenecemos
 Tengo que comenzar a coleccionar nuevos momentos
 Y admitir, aunque duela, que ya no formo parte de tu vida
 Y que es mejor que tú no estés en la mía.


 


Repaso tu transparencia en las cosas que rodean tu ausencia
Buscando encontrar algún lleno de tu cuerpo,
Algún aroma, algún recuerdo, 
Un minúsculo sentimiento
Que me cree la ilusión de que estas presente
Y de que tu estancia no ha caducado de manera permanente.
Cuanto vacío en el espacio, en la mente, en lo vivido.
Los latidos que poseo 
Son como ecos que se pierden para alcanzar los tuyos
Y que sucumben poco a poco 
Como las hojas secas de un árbol abatido en un olvido infinito.


¿A dónde va lo muerto?  
 ¿Cómo conseguir dirección a un lugar sin regreso?
Mis lágrimas no harán que vuelvas conmigo
Pero cuesta soportar el haberte perdido.
Respiro el aire que tú antes respiraste
Te siento en las cosas que siempre usaste
Duermo abrazada a tus historias, a tus memorias, 
A esos instantes que fueron tanto
Y que ahora son solo trozos en algún lugar del ocaso.


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