Los Gemelos De Su Rostro

/
2 Comentarios

Ojos - José M. Roca

Cada vez que lo veía fijamente era como si hubiera concertado de antemano una cita. Sus ojos marcaban el lugar de encuentro, yo me instalaba cómoda dentro de ellos. Él como buen anfitrión se quedaba con mi abrigo y me servía siempre dos raciones de ese brebaje místico que me bebía con embeleso, sin derramar una gota y siempre deseando otra.
Cada vez que distinguía las semillas de sus párpados era como si me perfilara por encima de una masa de agua. Me asomaba curiosa y ansiosa a su borde queriendo entrever lo que en el fondo escondía, pero él me devolvía otra imagen, yo encontraba la perfección de mi reflejo al mirarle y para hallar la suya, me zambullía como pez en sus profundidades.
Cada vez que sus pupilas se grababan en las mías era como abrir el telón de una obra de teatro, todo alrededor callaba y se encendían dos focos en el escenario. Era como si de pronto el mundo se despojara de su velo y apareciera más nítido o se cubriera y resultara más denso, porque no lograba percibir si tanto brillo provenía del exterior o era simplemente nuestro.
Cada vez que su mirada y la mía...
– ¿En qué estás pensando?
Cada vez que su mirada y la mía se enfr...
–Di algo, me aturde tu silencio.
Cada vez que su mirada y la mía se enfrenta...
– ¿Me escuchas? ¡¿Quieres hablar de una vez por todas?!
–Cada vez que tu mirada y la mía se enfrentaban cualquier lucha cesaba. –Susurro, retándolo con la vista.
– ¿Qué dices?
–Pero hoy no. –Me decepciono.
– ¿Hoy no qué? De veras me agobias, no pensé que lo harías tan complicado.
Hoy las batallas, desconsideradas, parecen seguir sin tregua. El teatro se ha vaciado sin aplausos y ha quedado solo un par de luces opacas alumbrando el fracaso. El agua, antes diáfana, ha enrarecido mi aspecto; no lo reconozco. ¿Me lanzo o no? Me pregunto desde la superficie. Algo me ha impulsado al fondo y ahora me hunde.
– ¿Estás aquí?
–Tus ojos están perdidos –replico observándolo apenas–. ¿Por qué no me dejas beber? Tengo sed. Creo que el abrigo me fastidia. No estoy cómoda en esta silla. No se ha concretado nuestra cita.
–No. Claro que no. Me estoy despidiendo. Y por cierto, no traes abrigo puesto.
¿Cómo que no? Me pesa. ¿Qué ha dicho antes?
– ¡Vamos! ¿Has escuchado al menos algo de lo que dije? No te pongas así, que ya estaba acabado, ambos lo veíamos venir.
Lo escucho o mejor... Cada vez que se abrían las ventanas de su alma, era como si un universo nuevo se creara…
– ¡Para ya! ¡Me tiene hastiado tu silencio!
Era como tener las llaves del infinito...
–Que no ha sido para tanto...
Era como...
–La verdad, no es para tanto.
Era como, como...
–Adiós, hasta aquí llegamos los dos.
Era.
Ahora se muestra envejecido mi universo. Se ha levantado de su asiento y se ha llevado nuestro punto de encuentro, sé que ya no volveré a instalarme allí. Ahora sí siento frío y la garganta seca. Me ha dejado como de costumbre, deseando otra gota de ese brebaje místico que se degusta al seco y sin necesidad de humedecer los labios, te inunda por completo.
De regreso a cual fuese el sitio de donde haya venido, pienso en él y me doy cuenta de que lo único que ocupa mis pensamientos son los gemelos de su rostro. Entre todo lo que él abarca solo me he quedado con ese pequeño detalle. Quizá tenga razón, "no ha sido para tanto". Pero entonces, ¿por qué esa sensación de haber perdido demasiado? Me pregunto qué charlatán me habrá vendido el amor a un costo tan elevado.





2 comentarios:

  1. Qué triste. Aún seguiré pensando que el amor no lo venden charlatanes, pero que sí hay que venderlo caro. Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me ha encantado el comentario, Javier. Aunque si el amor verdadero ni se compra ni se vende, solo los charlatanes lo venderían y solo un verdadero tonto lo compraría.

      ¡Muchas gracias y un abrazote!!

      Eliminar

¡Coméntenos! Claro que mordemos, pero desde aquí no podemos hacerlo.

El mundo ya tiene demasiadas imitaciones. Defienda la originalidad. Con la tecnología de Blogger.