Hablemos de la gente que no tiene vida propia pero vive a sus anchas de la ajena, a la que debemos agradecerle aquellos incómodos mensajes distorsionados que viajan con la velocidad del viento y se multiplican como arroz; ésa que se toma la libertad, incluso antes de presentarnos, de contarle a los demás cómo somos aunque la descripción sea totalmente falsa; que además de creer conocer hasta el más mínimo detalle de nuestra vida diaria, no pierde tiempo ni pide permiso para publicarla.
Pues sí, hablemos de ellos, a quienes “no les gusta el chisme pero les entretiene”, esos a los que no les importa tener una torre de platos sucios en la cocina siempre y cuando sepan a qué hora friegan los platos en la casa de la vecina, a los que les sienta mejor controlar la vida de otros aunque no tengan la menor idea de cómo manejar o qué hacer con las suyas.
De esas personas que dan opiniones sin que se las pidan, que son excelentes para interpretar papeles de extras pero no de protagonistas, que brindan más noticias que el periódico local que venden en la esquina y que hablan más que una radio encendida.
Ese tipo de gente que peca en grandes cantidades de ser entrometida e inoportuna, que aparenta tener poco que hacer en su casa para tener excusas e inventar cualquier cosa para meterse en la ajena, esas que ocupan un lugar privilegiado en la lista de personas indeseables, que son tan insoportables que se terminan convirtiendo en chusma y que te hacen preguntarte: si el chisme mata, ¿por qué aún están vivas?
Sin exagerar, ésta clase de personas hacen del cotilleo su vocación profesional; lo que no entiendo es cómo han subsistido tanto tiempo y por qué su lengua (larga y resuelta) no las termina de asfixiar. Sinceramente, son como las moscas: nunca son bien recibidas, se nutren de cualquier cosa, saborean lo que pisan, se acercan más a donde huele mal y para más colmo, si algo está bien lo empiezan a dañar.
Si algún día los chismosos llegan a estar en peligro de extinción levantaré una campaña de protección pero a favor de los demás humanos, para los que sí sería un peligro que tales seres nos sigan rodeando.

No busques diversión en tu vida siendo un mal espectador y un pésimo comentarista en la mía…


 

Si del cielo caen limones haz una limonada, una manera simple de aceptar a buen grado lo que se tiene sin darle vueltas al asunto y sin muchas complicaciones. Ni modo, limones es lo que hay y ya está, toca aprenderlos a usar.
Un día de seguro querrás algo diferente a las limonadas, y bueno, cambiarás la receta, te sorprenderás inventando unos helados, un pie o un frappe, así irás variando hasta el punto de conocer los distintos usos del limón. Y ahí te darás cuenta de que te estás adaptando y acostumbrando a que no hay otro sabor, pues sabes de sobra que no hay más opciones y toca sobrevivir con lo que se tiene, ya te has resignado a que sólo caigan limones, después de todo, no puede ser de forma diferente.
Pero llega un momento en que te cansas de que siempre sea lo mismo, ya casi te repugna su agrio sabor, el estómago se te retuerce por las noches de sólo pensar que al día siguiente cualquier cosa que prepares tendrá ese toque ácido que ya conoces perfectamente y que no tienes que diferenciar porque siquiera hay otra cosa con lo que se pueda comparar. Te preguntas: ¿Hasta cuándo el limón?
Entonces le ruegas y le imploras al cielo que se apiade, esperas que tu fe sea lo bastante grande para que tu súplica se escuche y esa mañana por lo menos caigan guanábanas, o manzanas o guayabas, yo que sé, total y no sea limón otra vez.
Te duermes, descansas y al despertar, vas a la cocina, te bebes una limonada (que no se pierda la costumbre) y todo sigue como si nada. Suspiras y te preguntas de nuevo con la mirada fija en el vaso vacío: ¿Cuándo probaré algo distinto? Y la respuesta es muy sencilla: cuando dejes de recoger los mismos frutos.
La cuestión es simple: si del cielo caen limones también haz jugo de naranja, batido de durazno o merengada de fresa. Digo, si para preparar una limonada no tuviste inconveniente en conseguir agua y azúcar, ¿qué rayos te impide buscar otra fruta?

Utiliza todo lo que te manden del cielo pero recuerda que bajo ése mismo cielo, hay otras cosas sobre el suelo…



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