Tus ojos me recuerdan que hay vida en esta tierra,
Los árboles mecen sus ramas y el mar tiembla cuando te veo.
Parece que todo sabe lo que ocurre cuando nuestras miradas hablan
Y se siente invitado a participar en nuestra silenciosa charla.
Y no importa que intervengan,
Dejemos que las hojas con un roce silben,
Que las olas sus frescas lenguas chasqueen,
Que el viento viaje sin detenerse y revolucione el sonido,
Y que nuestro alrededor cante al compás de lo que sentimos
Mientras nuestros latidos marcan un mismo ritmo.
Y que nuestras pupilas imiten sus movimientos,
Que bailen graciosas sin perder un gesto,
Que reflejen luz, que resalten colores.
¿Quién dirá que no hay magia en nuestros corazones?
Y si nuestra vista al mismo sol opaca,
Y si todo se transforma por y para nosotros más allá de nuestras pestañas,
Y si vemos distinto cuando estamos juntos,
Y si el tiempo de pronto avanza con inverosímil rumbo,
Y si resulta que hasta la muerte nos parece insignificante,
Y si cambiamos o si el mundo cambia mientras el uno en el otro vislumbra su reflejo,
Sabremos que nuestra existencia ha cobrado sentido.
Y no importa cuántas veces,
Pero trocaríamos mil momentos eternos por ese que vivimos,
Aunque fuese efímero.


Hay un instante en que tus ojos se cierran al mundo y se abren solo a una de las tantas personas que lo habitan, y de pronto descubres que no hay límites en el horizonte porque su mirada es infinita. Y entonces lo sabes: Solo existen su mirada y la tuya.






Es muy sencillo estar con alguien, la verdad es básicamente sencillo estar con cualquiera, pero a la gente debería gustarle las cosas más complejas. 
Uno puede salir y flirtear con “X” persona, retozar en una noche de alcohol y placer con ella, despertar al día siguiente rebosante de satisfacción plena y aun así, sentir el alma en lo más hondo hueca. Y con sinceridad, no hay en el mundo peor sensación que esa.
Porque entonces debes hacer frente al doble sentimiento de vacío, debatir entre saberte miserable o no por canjear unos minutos de éxtasis por un incierto cariño, ubicar un lugar para depositar la auto-lástima que te inspiras, intentar no colocar una expresión de decepción en tu rostro cuando vuelvas la cabeza hacia el otro lado de tu cama y lo encuentres desierto, y mantener la entereza suficiente al darte cuenta de que aunque formes parte de un todo, nada forma parte de ti. Hallarte incompleto al tener que reconocer que has decidido reducir tus expectativas al ámbito corporal y resignarte amargamente a tu realidad, pues aunque conseguir alguien con quien dormir sea de sobra lo más fácil, siempre querrás alguien con quien despertar.
Indiscutiblemente, deberíamos apostar por las cosas más complejas, aunque nos cueste, aunque nos duela. Pero ¿sabes?, no tienes que hacerme caso. Tú sal a bailar esta noche, tómate un par de copas para entrar en vigor, quédate otra vez con esa persona que sabes que es alérgica a compartir las sábanas hasta después del amanecer y de seguro no volverás a ver. Y no pienses en lo que dije antes, no es necesario; pese a que luego, cuando tus ojos se cierren al cansancio, sueñes con que en lugar de tropezar con un inquilino de tu piel convengas con su definitivo propietario.




¿Y después de ti, qué queda?
La caricia de tu risa, el suspiro de tu voz, encontrarme en tus pupilas, navegar sobre tu piel, palpitar entre tus brazos, curarme con tu calidez; son cosas que ya no tendré.
Me canso de escuchar esas frases trilladas que la gente suele tener guardadas para cada ocasión y que a mi parecer no sirven para nada, o bueno sí, ayudan a quienes las profieren porque las hace sentirse útiles al pronunciarlas. Aunque yo preferiría que callaran, sus palabras hacen eco en mi cabeza y su significado, si es que lo tienen, se extravía junto con la supuesta gota de consolación que llevan.
Por más que intento darle tiempo al tiempo, de creer en aquello de que un día de estos te olvido (como dicen ellos), pasan las horas, el reloj sigue indiferente su marcha y a mí me queda engañarme con que “el olvido” se está retrasando mucho para no pensar en que en realidad no llegará a borrarte nunca.
¿Y después de ti, qué queda? Ah sí, recuerdos. ¡Como si pudiera hacer algo con ellos!
Me aferro a esos instantes y los revivo tanto que ya casi se gastan en mi memoria su imagen. Ya no encuentro la noción del ahora, el ayer y el hoy se confunden y tropiezan continuamente en mis pensamientos y lo único que identifico en mi presente es ese flashback repentino que me tortura cada vez que quiere, regresándome a momentos viejos que ya no volverán a ser y que me hacen perderme en las estupideces que antes mencioné.
Y trato de ocupar mi mente con otras cosas, de que cobre sentido el montón de palabrerías que escucho, de sacar lo bueno de esto, de hallar la bendita razón por la que ocurrió todo, de obviar o de al menos responder la ingrata pregunta que en mi interior resuena:
¿Y después de ti, qué queda?
Poner la cabeza en alto, colocarme apósitos en las heridas, seguir adelante, echar a un lado lo que fue, aprender la lección, obtener madurez y alegrarme de lo bueno de una bonita historia que prometía ser un cuento y no tuvo un final épico.
¡Tonterías! ¡Al carrizo los recuerdos, al carrizo todo, al carrizo todos, al carrizo tú! Que me quede la soledad y que solo quede yo. Aunque sé perfectamente que si tú no estás aquí, nada queda después de ti.


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