Costo

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Dinero, dinero, dinero. Todo en la vida gira alrededor de eso. De pequeño tus padres te repetían hasta el hartazgo aquel cuento de que estudiaras para ser alguien en la vida cuando lo que en realidad perseguían era que no dependieras de ellos al crecer o que en su defecto, a cierta edad los pudieras mantener.
Una vez que recibes un título tras años de estudio e instrucción académica dejas de ser alguien para convertirte en algo, ya no te define tu nombre sino la profesión que realices, aunque paradójicamente tu importancia como persona viene a estar relacionada con la cantidad que ganes y no con lo que te ocupes.
Claro que si, como muchos otros, no puedes darte el lujo de tener un cargo privilegiado en donde no tengas que depender de un jefe y puedas mandar abiertamente a cualquiera al mismísimo carajo te toca, sin importar cuanta experiencia haya en tu currículo, justificar un salario o un nivel de ingresos que, sin caer a engaños, rara vez te justifica a ti. Y bueno, seguramente después tendrás hijos, les repetirás aquella cantaleta que te cansaste de oír de tus padres, los impulsarás a que dejen de ser quienes son y se conviertan en otros de los que más tarde se pueda sacar beneficio, y así la rueda gira, gira y sigue girando. Y no queda más remedio que girar en torno a ella.
Entretanto, y aprovechando que no tienes descendencia a quien recitarle que la meta de la vida es ganarse el pan para mañana, digamos que te das el gusto de “decidir” a tu “conveniencia” en qué gastarte la plata.
– ¿Me sostienes el bolso, lindo? Quiero darle el visto bueno a esa tienda.
Lo que uno no entiende es, (porque lo que sigue parece cosa solo aplicada al género masculino y alguien me tendrá que corregir si no estoy bien) en qué parte del asunto hay un apartado o una especie de cláusula que exima a la mujer de compartir su dinero con el hombre y que por el contrario indique que el segundo debe compartir-gastar-invertir su dinero en, con, por y/o para la primera, sea la circunstancia que sea. ¿Quién les habrá metido eso a ellas en la cabeza? O peor aún ¿por qué no terminan de sacar esa idea retrógrada de allí?
¿Lindo? ¡Le he dicho mil veces a esta descerebrada que no-me-llame-así! Mientras me guinda su bolso me conduce a un local de ropa que... ¡mierda! La etiqueta del trapo más pequeño bastaría para correr a cualquiera. Estoy seguro que ni ella misma se hubiese atrevido a traspasar el umbral si no viniese "acompañada". Es obvio que espera que otro afloje su bolsillo por ella, pero tendrá que seguir esperando, a mí no me entusiasma tanto la idea.
Irónico que costando tan poco quitar una prenda, esta sea en cambio ¡tan cara! Al instante, como excepción a toda regla, me invade el recuerdo de Ella…Rememoro el modo en que luego de desprenderlas de su cuerpo, las prendas caían al suelo como baratijas... A Ella sí que provocaba desnudarla a cualquier coste, incluso aunque ni todos los billetes y monedas de cada uno de los sistemas monetarios mundiales juntos pudieran igualar el precio.
– ¡Me encanta este vestido!! ¡Mira qué bonito! ¿Te imaginas lo bien que me vería en él?
Escucho hablar otra vez a la nueva conquista que me acompaña, a quien posiblemente le presente más tarde las sábanas de mi cama o quizá la habitación de un hotel. Traduzco lo que me dice en: Quiero este vestido, pero quiero que me lo pagues tú. Yo observo la etiqueta y pensando en que no estoy ni de lejos dispuesto a gastar dos quincenas en una chica que de seguro dejaré en una semana respondo:
–Si mi imaginación no falla, te verías mucho mejor desnuda… –La recorro de arriba a abajo mientras se lo digo. Ella abre mucho los ojos, me sonríe con descaro y luego replica:
– ¡Eso… o eres tremendo tacaño!
– ¡Y tú la reina de las aprovechadas! –Dejo caer secamente. Ella continúa riendo a la vez que niega con la cabeza. Halándome del brazo me saca de la tienda y me guía en otra dirección.
–Ven, llévame a comer algo que se me ha abierto el apetito.
Ahí sí la sigo como un borrego. Pa' comé sí tengo plata o mejor dicho, en eso sí me provoca gastarla. Mirándome de reojo y meneando graciosamente la cabeza agrega:
–Por cierto: ni sueñes que te voy a dejar probar este cuerpecito sin sacarte algo primero, lindo.
¡Ja! ¡Ni tonta que fuera! Pero ¿ven?, es como venía diciendo… Dinero, dinero, dinero. Todo en la vida gira alrededor de eso.



Aldo Simetra






2 comentarios:

  1. Jajaja, a mí cuando las cosas se ponen tan en estado compra-venta, se me baja la libido a los pies. Saludos.

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    1. Jaja, suele suceder con el cochino interés, a mí también me pasa.
      Ya vi que estrenamos blog, me pasaré por allí.
      Gracias y saludos desde por acá.

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