Estatuto para la no formación de vínculos afectivos

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Esquivar el amor es una consecuencia inmediata de ser renuente al cariño, y viceversa. Los principios o preceptos básicos de tal resistencia implican:

Construir un muro de dos metros aunque se mida un poco más del metro y medio para que nadie ose cruzar sus barreras.
Descreer de manera desmedida en el amor a primera vista.
Abstenerse de cualquier forma de contacto físico o abstracto (incluye mantener una distancia mínima entre pieles de un centímetro, abrazar menos de diez veces al año, no saludar o despedirse con besos ni siquiera habiendo de por medio periodos de reencuentro largos, dar la mano solo en entrevistas de trabajo y utilizar el teléfono o cualquier medio artificial de comunicación estrictamente lo necesario).
Evitar cualquier forma de desnudo y, si es obligatorio quedarse al descubierto, cubrir el corazón y la mente con escudos a prueba de cualquier tipo de tentaciones o flaquezas.
Esconderse y defenderse de quien por superar la altura de dos metros o por encontrar una brecha en su muro pretenda descubrirlo(a). (Las medias verdades, los rodeos, las mentiras blancas y cualquier otro tipo de artimañas son válidas).
Guardar en un tarro hermético los sentimientos.
Mantener un semblante monocromático e imperturbable. En su defecto, se admiten únicamente dos expresiones faciales: serio(a) o contento(a), por contraste. (Practicar frente al espejo es recomendable).
Se permite llorar exclusivamente en privado; por ninguna razón atreverse a soltar lágrimas frente a otro ser humano, puede ser contraproducente para ambos.
Volverse maestro(a) en el arte de la ausencia incompleta que juega a rozar el olvido.
Ejercitar la “renuncia”.
Ser comedido(a).
No pedir consejos y evitar darlos.
No abusar de la compañía; la relación interpersonal más importante que debe mantener es consigo mismo(a).
Ser fiel a la premisa de que nadie más que usted puede solucionar sus problemas.
Cumplir los tres últimos apartados a pie de letra. De lo contrario, se corre el riesgo de desarrollar dependencia.
Abrazar los miedos propios y no deshacerse de ápice alguno de desconfianza. (Lo/la mantendrán en guardia).
Disfrazarse de seguridad y autosuficiencia excesivas, pondrá a cualquiera a raya dándole a entender que no lo/la necesita.
Omitir detalles de su personalidad.
Alejarse de la sinceridad extrema.
Jamás, jamás de los jamases incurrir en cursilerías.
Y por último, tiene abiertamente permitido ser tímido(a), huraño(a) y/o taciturno(a).

Si, pese a todo, alguien logra traspasar la distancia infranqueable de los diez milímetros, derribar sus defensas y hacer mella en su escudo; ponga pies en polvorosa o, si aún está a tiempo y no son de gran cuidado sus injurias: ¡huya! Si no, cumplo con informarle compañero(a), y quieran los cielos que no sea para su mal, terminará abandonando toda reticencia y el amor no volverá a serle esquivo nunca más.


Aldo Simetra






2 comentarios:

  1. Menudo catálogo. Y mi pregunta es, ¿con el objetivo de qué? Mejor dejarse llevar que aplicar tanta deshumanización

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    1. Hombre, Javier, si esa deshumanización es bastante humana, jaja! El texto va en modo sátira porque se crea o no, hay muchas personas que aplican la mayoría de sus lineamientos, aunque a veces de forma involuntaria e inconsciente. A mí me interesaría más la causa porque dudo que el objetivo (si es que lo hay) sea algo coherente y además también pienso que es preferible dejarse llevar.
      Un abrazo desde por acá.

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