Retahíla No Correspondida

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Fotografía de Patrick Runte

Mariana todas las mañanas se asoma a la ventanilla del negocio de su hermana solo para ver al chico de mochila azul y camisa blanca. El chico de mochila azul y camisa blanca a quien Mariana asomada a la ventanilla del negocio de su hermana ve todas las mañanas, llega cada día a la parada con la esperanza de hablar con la chica con la que sueña antes de irse a la cama. Él se hace llamar Francisco y la chica, Fernanda.
La chica con la que espera hablar en la parada y con la que sueña antes de irse a la cama el chico de mochila azul y camisa blanca a quien Mariana asomada a la ventanilla del negocio de su hermana ve todas las mañanas, toma apresurada el primer autobús en salir ansiando encontrar entre los asientos al joven de chaleco y sonrisa distraída que le alegra algo más que la vista.
Gabriel, el joven de chaleco y sonrisa distraída que le alegra algo más que la vista y le hace tomar apresurada el primer autobús en salir a la chica con la que espera hablar en la parada y con la que sueña antes de irse a la cama el chico de mochila azul y camisa blanca a quien Mariana asomada a la ventanilla del negocio de su hermana ve todas las mañanas, procura sentarse siempre junto a un lugar vacío y al bajar paga dos puestos aunque solo haya usado uno.
Desde otro plano, alguien que se sabe destinatario del puesto que ha reservado el joven de chaleco y sonrisa distraída que le alegra algo más que la vista y le hace tomar apresurada el primer autobús en salir a la chica con la que espera hablar en la parada y con la que sueña antes de irse a la cama el chico de mochila azul y camisa blanca a quien Mariana asomada a la ventanilla del negocio de su hermana ve todas las mañanas, flota y se dispersa en la nada. Y quiere querer, pensar, sentir o creer que puede usar el asiento junto a Gabriel, quien quiere poder ceder el puesto que guarda junto a sí y alegrarle algo más que la vista a la chica del autobús, quien quiere pensar que dejará de correr tras una sonrisa distraída e intercambiará más que un “hola” con el chico de camisa blanca y mochila azul, quien quiere creer que puede hacer algo más que devolverle la vista a la chica de la ventanilla, quien quiere sentir que alguien desde otro plano aún la escucha...
Es otro día y Mariana piensa que debería cerrar la ventanilla porque jamás será la chica con quien Francisco sueña.
Es otro día y Francisco piensa que debería seguir su camino porque nunca será quien le alegré más que la vista a Fernanda.
Es otro día y Fernanda piensa que debería dejar marchar el primer autobús en salir porque nunca logrará tener un lugar junto a Gabriel.
Es otro día y Gabriel piensa que debería dejar de guardarle espacio al vacío porque en este plano nadie va a ocupar el sitio.
Es otro día y alguien o algo flotante y disperso en la nada piensa... ¿...?
De cualquier modo, se abre una ventanilla, un chico de camisa blanca y mochila azul espera...
– ¡Hey, chico! ¿No llevas desayuno? –El aludido niega con la cabeza y medio sonríe.
...alguien se apresura a tomar el autobús...
–Eh, hola. Disculpa...
–Hola. Lo siento, voy tarde. –Lo corta displicente.
...hay un joven de chaleco sentado junto a un puesto libre...
–Disculpe, ¿me permite? –Inquiere un pasajero.
–Lo siento, está ocupado –responde.
...Y la nada impregna el ambiente.
Algo flota en el aire, uniendo con hilos invisibles el mismo sentimiento en una frase que se construye a cuatro partes desde una igual cantidad de puntos escasamente distantes:
“¡Puta... –Comienza un chico de mochila azul y camisa blanca al reemprender su camino y dejar atrás una tienda de comestibles.
...vida...!” –Prosigue una muchacha mientras mira alejarse un autobús desde la ventanilla del negocio de su hermana.
“¡Antojado... –Retoma una chica sentada en los últimos puestos de un colectivo con la vista perdida en un asiento vacío.
...corazón!” –Termina un joven de chaleco, abstraído en sus pensamientos y sonriéndole de forma distraída al viento.
Como enmarcando la exclamación a cuatro voces, se escucha un eco.


Aldo Simetra





2 comentarios:

  1. Esta misma mañana te leí, pero no pude comentarte, así que mientras fregaba los platos, que es el momento en que mayores tonterías se me ocurren, pensé que esto es un cuento de gramática expansiva y final explosivo, en que al final todo sale por los aires, o como dirían por allá, todo se va al carajo, y no queda más que un "puta vida antojado corazón". Menos mal que quedan siempre plumas inteligentes como las vuestras, Aldo y Fritzy, para convertir la mierda en pura belleza. Abrazos desde por aquí.

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    1. Te agradezco mucho, Javier, la lectura y la interpretación. Menos mal existe gente como tú que nos lee, de lo contrario nuestras plumas y lo que sale de ellas carecerían de sentido. Abrazos desde por acá.

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