Escrito con A de Am...istad

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When dreams come true – Obra de Leonid Afrémov

De tiempo, pongámosle un lustro. Tú llevabas una franela naranja, como nunca; yo, una verde, como siempre. Recuerdo muy bien el día porque con tantos colores que hay en el mundo, se te ocurrió vestirte usando el que más detestaba, y su contraste con la pepa de sol que había me deslumbraba odiosamente la vista. Además, hacía un señor calor patrocinante de duchas de agua fría, aunque todavía no me queda claro si achacárselo en verdad a la ausencia total de nubes o a tu cercanía. Aun así, entre el cielo y tu franela, yo habría preferido achicharrarme de más en esa última.
Un asunto insignificante crecido sobremanera en importancia sirvió de excusa patentada para vernos las caras. Ni sé qué se te perdió a ti en ésta, pero yo en la tuya buscaba esas miradas de tus ojos tan sutiles a las que les sigo cantando aun cuando no me miren. Había un bululú de gente en la calle que me hacía encontrarle sobrada justificación a mi carácter asocial y pensar, a la vez, que una evacuación en estampida no le vendría nada mal a la ciudad.
Habría querido decir que tu presencia bastaba y sobraba para opacar a la muchedumbre; no obstante, eran cientos y, por mucho que atrajeras miles de rayos de sol sobre tu pecho, no podrías con todos ellos. Tal vez en broma o en serio consideré que la tierra se abriera y los desapareciera, dejándonos a ambos sanos y salvos en un pedacito intacto de suelo, y exclamar o susurrar un sentido "gracias" observando hacia abajo incrédulos el enorme agujero; un toque romántico y otro surrealista para complacer nuestros gustos disparejos.
Entre la sed y el calor infernales y luego de un comentario sarcástico tuyo al estilo de "ni somos camellos ni estamos en el desierto", acordamos hacer una parada para recomponer nuestras gargantas secas y tomarnos un receso de que el astro rey usara nuestras frentes plebeyas como teja. Escogimos el primer local que vimos, por impulsividad tuya, que colindaba con una librería, para fortuna mía. Haciéndole caso cada quien a su instinto, tú te aventuraste hacia lo primero y yo, hacia lo segundo. Cual drogadicto al uso, aspiraba frenéticamente filas de libros nuevos cuando reconocí tu aroma entre el conjunto y casi me intoxico por introducir tan letal combinación de sustancias a mi organismo.
Los instantes siguientes se reproducen a cámara lenta en mi cabeza, en ocasiones parecen pegarse y repetirse cual disco rayado, o al igual que una cinta vieja, en el mismo punto. Por unos segundos las altas temperaturas dejaron de acecharme al posarse tu respiración sobre mi hombro izquierdo, mas no las bajas, que son unas desgraciadas y jamás respetan nada. No sabría decir si me giraste o volteé, aquí la precisión se me embota; pero sí sé que el asunto para ese entonces enterrado y provocador del encuentro, resucitó de la muerte y mientras tú hablabas vete tú a saber de qué, yo me preguntaba al ritmo de Los Melódicos con su Diveana: tus ojos... tus ojos, tus ojos... ¿Qué tienen tus ojos?... De lo que salió de tu boca o mejor, de lo que ésta balbuceó, solo recuerdo un insinuante: “¿tienes sed?”. Y eso a causa de que, con esa malicia tan natural y masculina, te aproximaste con bebida en mano y casi que introdujiste los vocablos a punta de aliento en mis labios. Luego no pude reclamarte por equivocar el rumbo puesto que donde debías hacer a las palabras entrar para que las entendiera era en los oídos, porque entonces, otra vez al ritmo de Los Melódicos, me diste tema para poder responderle a Diveana: tu boca... tu boca, tu boca... ¿Qué tiene tu boca?... Aunque, por estar la mía inhabilitada de hablar, ya no pudiera cantarlo como se debiera.
Sin embargo, nuestra banda sonora oficial la conformaron los libros que nos felicitaron y hasta aplaudieron en un hermoso y armónico despliegue de hojas y cubiertas, ocasionando tal bulla y alboroto que tumbaron de un solo golpe las estanterías de ambos lados del pasillo. Claro que el dueño nunca estuvo de acuerdo en que fuera la euforia de aquellos y no la nuestra la propiciadora de tan tamaño desastre. Seguramente a ti te delató el resplandor de tus ojos malignos y a mí, el poner en evidencia eso que en mi rostro se te había perdido.
Después de comprarle unos cuantos ejemplares, el señor nos ha perdonado o nos ha agarrado... ¿cariño? La librería se ha convertido en nuestro frecuente sitio de encuentro, en donde coincidimos incluso vistiendo a veces, a propósito y por casualidad (no es secreto que la suerte se construye), los mismos colores. En esos casos nos saludamos con cierta sorpresa aunque el momento carezca de novedad y con la maña o necedad adquirida de decir nuestros nombres de pila a medias tal si fuera un tremendo sacrilegio pronunciarlos al completo o como si pudiéramos invocar o conjurar, sin querer queriendo y queriendo sin querer, otras cosas al nombrarnos:
– ¡Al...! –Sonrío, apresando la sílaba restante entre los dientes–. Llevas una franela naranja, ¡como nunca!
–Y tú, Fri... –Niegas, también sonriente–. Traes una verde, ¡como siempre!






6 comentarios:

  1. Si se intenta repetir el escenario, es que la obra ha sido mágica, aunque no sé lo que pensará el librero al respecto. Me encanta el torbellino de sensaciones (calor, sed, gente, una sola persona entre la gente, ojos, música, y finalmente libros vivos!!) Y lo de introducir los vocablos a punto de aliento en su boca, la guinda de este pastel erótico y delicioso. Besos.

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    1. Jaja, no seré yo quien le pregunte.. ¡Muchas gracias, Javier! ¡Besos y un abrazote!! ;)

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  2. Me encantó tu relato Fritzy, otra vez lo hiciste. Yo me quedo con esa figura que me deja el insinuante: ¿tienes sed?
    Excelente. Saludos!

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    1. ¡Hola, Ren!! Me alegra que te haya gustado. Muchísimas gracias por pasarte y comentar.. ¡Un abrazote!! ;)

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  3. Simplemente (si es que algo tan complejo puede hacerse simple), manejas la palabra a tu antojo, la haces bailar a tu son y nos encandilas con tu ritmo, Fritzy. Aparte de dedicarte estas bonitas palabras, te diré, sinceramente, que no sólo se trata de la escena que creas y recreas para nosotros, si no cómo te haces con el lenguaje (que manejas como un prestidigitador) para presentarla. Hoy hasta he aprendido vocablos nuevos, como ese "bululú de gente"
    Enorme Fritzy, un placer leerte. Ahora me voy para atrás que creo que me he dejado por ahí algo del amigo Aldo que no quiero perderme
    Un abrazo

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    1. !Gracias, Isidoro!! En verdad, muchas gracias. Sí que es bonito que estime ese hacer bailar la palabra a mi ritmo cuando en realidad soy yo quien con frecuencia baila al son de ella. Jaja, ese "bululú" es bastante (por decirlo de alguna manera) venezolano. Y claro que también es un placer que me lea. ¡Un abrazote!! ;)

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