A las rocas...

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Martes 23 sobre las 7:30 pm. Lo recuerdo como si fuera ayer porque así fue. Yo no debería estar allí, pero la idiotez me hablaba más alto que la cordura. También me llamaba a gritos su voz aguda y sibilante, aunque reconozco que menos de lo que lo hacían su escote en “V” descendiendo sin piedad a los infiernos y la raja de medio lado de su minifalda negra marcando una pronta absolución en las alturas.
Yo no debería estar allí, pero a veces nos gusta ser metal atraídos por voluntad o por fuerza hacia el campo magnético de una consabida desgracia. Dirían que fui por la fiesta, aunque nunca supe qué diablos celebraban. A mí me movía otra causa: había licor a montones para vaciar la mente, música bastante alta para perder el sentido y ella... con su minifalda negra y su escote pronunciado dispara libido. Nos ubicamos con la mirada justo al llegar, a pesar de no tener permitido romper con la regla de evitar el contacto visual. Lo siguiente sería fingir, cual si tal cosa, que cada uno observaba más lejos o más cerca de la anatomía del otro. La deseé y le deseé suerte en la tarea mientras yo, ya teniendo grabado su cuerpo de costado a costado más allá de las retinas, anunciaba mi fracaso.
En la barra servían escocés, seco. Me vendría bien uno a las rocas con el regusto de su sabor en mi boca. Sin embargo, no estábamos para exigencias. Me lo resaltaba la mano que, reposando confiada en la base de su espalda, la escoltaba y guiaba por toda la sala. ¿Pensaría aquel, igual que hacía yo luego de haber palpado en el mismo sitio su desnudez, que la tela estorbaba? Lo vi palmearle el trasero con falsa discreción y no tuve duda de ello.
— ¿A las rocas, señor? —Costumbre o mera cortesía.
—Seco. Seco irá mejor.
El ardor del trago en la garganta alivia uno peor. Ahora no solo tendría que evitar el contacto visual, sino el verlos moverse de aquí a allá. Su exhibicionismo compartido me empezaba a irritar.
—Qué manía esta de llamar fiestas a las reuniones, ¿no crees?
Una castaña de ojos pequeños me persuade, se apoya a la barra de espaldas. Luce atractiva e insinuante. Quizá...
— ¿Te aburres? —Reacciono.
Hace un gesto figurando caer dormida y luego resopla obstinada en respuesta.
— ¡Bien por ellos! —Alude al motivo del festejo, mas sigo sin tenerlo claro—. Me compraré un gato y como es un gran paso, voy a celebrarlo.
Capto la ironía y río sin ánimos.
—A propósito, estás invitado —su mueca desvía mi atención a sus labios.
Estoy por contestarle medio divertido y sorprendido cuando algún despistado nos interrumpe derramando una bebida sobre su vestido.
Conozco de sobra el timbre de la voz que se disculpa, en vano, entretanto la mujer corre hacia el lavabo para limpiar su atuendo.
—Te vigilo —me advierte por lo bajo y al alejarse se gira haciendo una señal de que la siga.
Fondo blanco y ya estoy tras sus pasos sin necesidad de pensarlo.
Entramos a algún cuartucho oscuro. Yo, entre manos ocupadas y otras cosas, escucho su reclamo:
—No coquetees aquí.
— ¿Qué más te da el sitio? —Me sabe mejor el whisky con la lengua pegada a su cuello.
—Entonces no frente a mí —descubro sin sobresaltos que su despiste fue premeditado.
— ¿Y quién te lo impide a ti? —A mis manos les empieza a sobrar su ropa interior.
—Puedes mirar a otro lado... —Me entran ganas de hacerle tragar el comentario. Rompo el beso halándola del pelo y mis dedos que la apretujaban se clavan castigadores en su trasero.
—O puedo volver y desencajarle la quijada —la reto.
Me sostiene la mirada a la vez que sus manos hurgan mi sexo, me incita mordiendo mi barbilla y espeta:
—No tenemos tiempo para eso.
Me la tomo a tragos y sorbos desesperados. Su humedad compensa con creces la aridez del escocés. Pronto estallamos, ambos servidos a las rocas... derretidas. Su labial deja huella del delito en mi piel.
De repente la claridad retorna. No hay testigos ni abogados y quien nos pilla in fraganti se autoproclama juez.
Todavía me vierto en ella cuando se escucha el disparo. Su Señoría falla a favor del arma que nos ha sentenciado.
No sé qué día es hoy ni si debería estar aquí, pero tengo presente como si fuera ayer, y estoy seguro de que lo fue, ese Martes 23.







6 comentarios:

  1. Buenos días Fritzy. Has escrito... yo no diría narrativa lírica, pero si narrativa con cierta rima, una cantinela, hay párrafos que parecen la letra de una canción y también tienes frases preciosas, bien resueltas e impagables. Por ponerte un ejemplo: "Una pronta absolución en las alturas", y hay otra que la tengo igualita, hemos coincidido en la descripción, en uno de mis relatos que aún no he subido al blog "costumbre o mera cortesía"
    Hay urgencia en los párrafos, especialmente en la parte sexual.
    El final sorprende por lo inesperado.
    De los que te llevo leído Fritzy, y ya van unos cuantos, veo que tienes dosis de ironía, sentido del humor, sensibilidad y eres versátil. Todo ello conforma a una buena creativa.
    Te felicito y nos vemos prontito compañera.

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    1. ¡Gracias a montones, Tara! Qué chévere que percibas esos elementos en los relatos que me lees, sin ellos no logro o no lograría encontrarle sentido a la mayoría de mis textos. Ya me va quedando pendiente la lectura de tu relato cuando lo subas, que seguro me paso un buen rato.
      Me gusta que menciones lo de la urgencia, a mí se me hacía necesaria para acompañar o resaltar el temperamento del personaje y me alegra también que te haya sorprendido el final.
      Nos vemos prontito, como dices.
      Ah, y ¡buenos días para ti también! ;)

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  2. Me encanta este texto, sobre todo en su parte final, y eso que me recuerda a tu lado más aldo-simetra! :)

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    1. Te agradezco, Javier. Jajaj, la verdad no creo que me deshaga del todo de él. Hombre, tampoco es tan difícil agarrarle cariño :) ¡Muchísimas gracias, Javier! ¡Un abrazote! ;)

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  3. Estoy seguro de que no hacía bien en estar allí ese martes 23, pero... hay cosas que son inevitables. Salen de una parte demasiado profunda como para que seamos capaces de frenarlas. Me ha gustado ese final enlazado con el principio, recordando algo que pasó ayer, martes 23. No se sabe dónde está en ese momento quien lo narra (tal vez en el limbo, en la cama de un hospital, o aún peor), pero lo que está claro es que ese último recuerdo, para bien o para mal, selló su destino. Esa frase final lo dice todo: nada sabe, o nada importa, fuera de lo que ocurrió ese martes 23. Me gusta mucho también esa amargura reflejada en el licor y... en las rocas. Ah, y esa frase: "rompo el beso halándola del pelo y mis dedos que la apretujaban se clavan castigadores en su trasero" Ufff, visual a tope, y expresiva cien por cien.
    Un gusto leerte Fritzy. Relato corto pero intenso, de esos que te lees varias veces para empaparte de todo su sentido. Abrazo fuerte

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    1. Empatizas con el del relato, ¿eh? ¿O solo lo estás justificando? Jajaj. ¡Mil gracias, Isidoro! Me contenta que esa frase en particular te haya dejado tan buena impresión y más, saber que el texto incita a leerse más de una vez por puro gusto. ¡Un abrazote! ;)

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