Aplausos al Traidor

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Se abre el telón y aparece representada en el escenario una traición, les describo los personajes de la escena:
- Ella, la antagonista y la otra, que al verme entrar, luego de hacer gala de sus habilidades en la cama, la única palabra audible que logra articular es un monosílabo que no logro olvidar: -¡Ups!
- Él, el protagonista y autor de la obra, un desfachatado que tiene el tupé de poner cara de “yo no fui” ante semejante cuadro como si con eso se declarara inocente de su acto.
- Y yo, la coprotagonista y burlada, que le tocó hacer de víctima contra su voluntad y que en lo único que puede pensar es en matar al idiota que la acaba de engañar.
Ahora es cuando empiezo a entender las ridículas señas que hacía mi vecina sobre su cabeza, de seguro queriendo gritar: -¡Límate esos cuernos! Supongo que creerá que hice  todo lo contrario y que de haberle entendido en su momento, no les habría sacado tanto brillo como para que otros pudiesen verlos.
Y me toca escuchar sus excusas, sus motivos, como si lo que está frente a mis ojos en la habitación fuese obra de mi imaginación. Sale a relucir la típica frase con la que ellos suelen redimirse: -Me sentí tentado, soy hombre. Irónico que perteneciendo al sexo “fuerte” toque disculparlo por ser de carne “débil”.
Me niego a continuar el absurdo papel, ruego que de una vez por todas cierren el telón, llegó la hora de que se repartan los honores de la obra en cuestión: -¡y todos se los lleva el traidor! ¡Aplausos! Después de todo, la suya fue la mejor actuación.



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