Bájame Las Estrellas

/
0 Comentarios

Todo inicia cuando andas preocupada por conseguir a tu media naranja y la buscas hasta el fin de la Tierra como si a dos cuadras de tu casa no existiese una frutería bien aprovisionada.
Justo en el instante en que estás por desistir, aparece un supuesto príncipe azul de la nada a pintar como loco pajaritos preñados, quedas impresionada con tanto colorido y olvidas que en tu infancia pintabas con algo distinto al carboncillo. Llega el momento en que promete bajarte las estrellas, tú le crees con los ojos cerrados como si en la vida hubieras visto ciencias naturales y no te hubieran enseñado o no hubieras aprendido que en el viaje más notable que realizó el hombre al espacio, sólo se trajo un tarro de arena bajo el brazo.
Allí es cuando te dejas maravillar por cualquier cursilada, la más mínima cosa tiene sentido poético, le encuentras uso a una sarta de frases ridículas, y tras sentir el tan mencionado “revoltón de mariposas en el estómago” todo empieza a tener magia.
Das por ciertas las historias de amor eterno, confías en el infinito, aceptas de buen grado el “hasta que la muerte nos separe” y juras que tendrás un final feliz mucho mejor al de los libros. Te entregas en cuerpo y alma, ves fuegos artificiales en el cielo de tu cama y la vida a la que nunca le hallaste sentido, de buenas a primeras, cambia.
El mundo parece perfecto, pero el reloj avanza: Se apaga la explosión de hormonas que confundiste con insectos, te aburres de ver aparecer las mismas luces de colores bajo tu techo; entonces, uno de los dos decide hacerle honores al tic-tac que escucha y tomarse un tiempo.
De pronto, sin saber cómo ni por qué, mientras caminas para despejar la mente te topas casualmente con la frutería. Entras, escuchas a una parejita decirse las mismas tonterías que tú decías y se te antoja bastante deprimente y absurda. Como cosa rara, pasa rodando por el suelo una fruta anaranjada que luego de detener con el pie recoges; ahí es cuando te das cuenta de lo que es en verdad una naranja que, a propósito, decides llevarte para que al cancelarla te sorprenda que aun estando entera valga casi nada.
Regresas a tu casa, donde tu hermanito hecho un artista está pintando con una caja de 120 lápices de colores. Te le acercas, te sientas a la mesa en la que fabrica una maqueta del sistema solar e instintivamente tomas una figurilla.
– ¡Suéltala! –te dice en el acto. Antes de devolvérsela te percatas de que eso es lo más cercano y similar que has estado jamás de una estrella.
Se desbocan dentro de tu mente un sinfín de pensamientos, muy esclarecedores por cierto:
“Las medias naranjas son cosas realmente incompletas; a la hora de pintar ilusiones nadie sabe construir realidades; las relaciones son mágicas porque duran poco menos que nada; todos desconocen el significado de un “hasta siempre” porque lo mismo se refiere a una hora que a una semana; los orgasmos en absoluto tienen que ver con la pirotecnia; hay que tener cuidado de no ser tan estúpida como para enamorarse del primer imbécil que se vea puesto que, las estrellas te las muestran todos pero no te las baja cualquiera”.




No hay comentarios:

¡Coméntenos! Claro que mordemos, pero desde aquí no podemos hacerlo.

El mundo ya tiene demasiadas imitaciones. Defienda la originalidad. Con la tecnología de Blogger.