Por mi Culpa

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Por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa.
¿De veras esperan las personas que darse golpes de pecho repare el mal que han hecho? ¿Qué es lo que buscan con ello? ¿Redención? ¿En realidad esperan que tres toques leves al corazón las redima de sus actos errados y las absuelva de todos sus pecados?
Por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa –dicen. Reciben tres golpes secos como contestación, esperan despertar algo en sus adentros y escuchan un eco a modo de consolación pero para mí es sólo la certeza de lo lejos que se encuentra su alma, de los vacíos que en realidad son.
¿Quién habrá inventado éste absurdo ritual que siquiera causa dolor? O bueno sí. Te duele la piel por unos segundos y puede que tu conciencia te castigue por unos minutos pero ¿quién paga las secuelas de tus actos? ¿Quién afronta el sufrimiento de tu error?
Que cierto es ése refrán que reza: “A lo hecho, pecho”; literalmente, es así.
Es que si no se nos hubiera enseñado que con el arrepentimiento somos absueltos, la historia sería distinta y, en lugar de creer que todo se soluciona con unas “disculpas sentidas”, estaríamos asustados porque, después de todo, no habría forma de saber que sin importar las malas obras que hemos o hayamos hecho, siempre podremos ganarnos el cielo.
Hay una frase que se acopla perfecto a esto último pero que en éste momento no recuerdo. Cómo era… Ah sí: “Dios no medirá los malos actos que hayas cometido en la Tierra sino el bien que dejaste de realizar”. ¿Será verdad?
En fin, no sé si venía al tema, pero lo cierto es que desde que somos conscientes de que “errar es de humanos”, estamos seguros de que cualquiera puede perdonarnos y de que, aunque sean también libres de juzgarnos, sólo uno tiene el poder de condenarnos.




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