Invisible Posible

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Hay dos cosas en la vida que son netamente insoportables: no existir para alguien a quien amas y amar a alguien que no existe para ti. En esos límites donde se cruzan la indiferencia, la pérdida y la ausencia puedes encontrarte de pronto en los bordes de la invisibilidad, donde descubres que no es necesario hacer trucos de magia para desaparecer y esperar que todos crean que no estás.
Pero sí que estás, aunque en ese momento seas un vacío notable para los demás. Que digo para los demás, ellos no importan; la verdad, importa no poder hacerte visible para ése alguien y esperar al mismo tiempo  que ése alguien sea más que visible para ti.
Y que te queda: verlo de lejos o en tus recuerdos, saberlo distante o hasta inexistente, añorar su presencia y sorprenderte de lo irónico que resulta extrañar lo que no se ha tenido o lo que ya no se tiene, pensar que en tu mente la nada o el nadie tienen un significado distinto que además viene titulado con nombres y apellidos, y olvidar, si es que en realidad hay algo que borrar.
La cosa es que la indiferencia no sería algo latente si las personas no se esforzaran en observar únicamente lo que quieren, pues aun cuando se intenta ser menos igual y más diferente, aun cuando resaltas, te desvaneces para quien no desea verte.
Y así es como lo que no puede ser comienza a cobrar sentido: Uno, presencia inexistente; dos, vacío palpable; tres, no te muevas, no hables. Justo en éste instante acabas de esfumarte, tropezó contigo y eres como el aire: invisible posible. Desaparecer es así de fácil.

Si quieres hacerte invisible para alguien deja que te ignore. Si quieres que se haga invisible para ti, ignóralo tú.




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