Carta al Niño Jesús

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Si yo le escribiera una carta al Niño Jesús no la iniciaría con la típica frase hipócrita que usa la mayoría, le pediría lo mismo que quieren todos, pero de forma distinta y no haría una lista de mercado esperando ver por arte de magia todas las compras bajo el árbol. Yo cambiaría el acostumbrado saludo por una pregunta, dejaría un espacio en blanco para que me contestara y luego empezaría a pensar en todas las cosas que deseo que me traiga.
De seguro pasarían por mi mente muchas imágenes: el convertible rojo que vi en el concesionario, los zapatos de tacón de la zapatería de marca extranjera, un re-inventario completo de mi closet, el apartamento amoblado fuera del barrio, la cocina empotrada equipada con toda la línea blanca, los pendientes de diamante de la joyería más cara.. – ¡Niiña! Pero tú no quieres nada-  me sorprendería pensando, entonces sería un poco más humilde y empezaría a pedir cosas más razonables o mejor dicho más accesibles, como por ejemplo: un mayor sueldo, un trabajo más cómodo, una chaqueta nueva, unos zapatos de marca, una nevera aunque sea pequeña.. – ¡Mija!  ¿Y pa’ los demás?- me reprocharía, y allí me regañaría por ser tan egoísta. Entonces, empezaría a enumerar mentalmente todo ese conjunto de buenos deseos y sandeces que a uno se le ocurren pedir para el prójimo: paz para que dejen de pelear, amor para que se reconcilien, salud para que puedan disfrutar de lo bueno y salir de lo malo, prosperidad para que no les falte nada y lo que tengan se les dé en abundancia.. – ¡Ay que ver! Más falsa y tacaña y mueres- me reclamaría la conciencia, a lo que a mí se me ocurriría contestar: “pues, que cada uno haga su propia carta y pida lo que le dé la gana".
Luego me quedaría con la hoja entre las manos, la pregunta plasmada sin responder y el espacio en blanco, sin saber muy bien qué rayos escribir sobre el papel. Después de un rato, me decidiría a no escribir nada, anotaría una frase seguida del espacio y daría por terminada la carta.
Cuando el “Niño Jesús” la viese leería lo siguiente:

¿En verdad existes?





Entonces ¿para qué rayos tengo escribir lo que ya sabes que voy a pedirte?


Dios conoce tus peticiones incluso antes de que las realices, si las escribes es para que a ti no se te olviden.






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