Monotonía

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Y con el tiempo la vida va perdiendo ese sabor a novedad. Los años se vuelven rancios, las historias viejas  y repetidas, y la monotonía una vulgar constante que nos apresa. Pareciera que ensayáramos todos los días para la misma obra sin presentarla nunca, que siguiéramos escuchando el mismo disco rayado por pereza de cambiarlo, o que viviéramos enjaulados como pájaros y nos conformáramos con aletear igual todos los días sin alzar el vuelo; lo triste es que al menos ellos sí tienen una excusa porque están en cautiverio.
Ya nada es un descubrimiento, todo tiene ese sabor insípido con que se distingue “lo mismo” y ese olor característico a “guardado” de aquello que se echó a un lado después de haberlo usado mucho. Y nos movemos casi en automático como robots sincronizados, guiándonos por las costumbres, por los hábitos, inmersos en esa bendita rutina de lo cotidiano y pasando por alto hasta lo espontáneo.
Por eso de vez en cuando me río de los chistes malos, bailo en público aunque nada esté sonando, relato algo curioso que me haya pasado aunque me lo haya inventado, desafino cantando una canción que recién haya improvisado, tomo malas decisiones solo para percibir otros resultados, visto de modo extraño aunque parezca un payaso y camino mirando al cielo esperando que alguien sonría al verme tropezar y reaccione al advertir algo fuera de lo normal, o que sea yo quien se ría al verlo caer y así tener, para variar, algo nuevo que contar.


[La monotonía no es más que el aburrimiento de la normalidad.]

Cuando la realidad se colma de tonos grises, es necesario añadir un nuevo color a los matices. 





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