Alarma Pospuesta

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Fotografía de Oleg Oprisco

Andaba perdida en la noción del tiempo, se me enredaba el ahora con el después y no sabía en cuál baldosa del antes o del hoy detener los pies. Sonreí cuando te vi a dos calles del mañana, una hora me pregunto si llevaba reloj porque buscaba con desespero un minutero que le acompasase cada segundo y yo, con solo prisas para obsequiarle, la aparté del camino.
El calendario protestó volcando las fechas y ya no atino cuándo es lunes ni domingo; las efemérides están de huelga y las noches se suceden en mi cuarto sin saber cuándo crecen o menguan.
Sigo perdida; el mañana, en pausa.
Dice el calendario que hasta ordenar las fechas; la hora, que hasta conseguir segundero que acompase sus minutos.
Me obsequió un reloj..., descompuesto.
No se mide el transcurrir de un instante ni mucho menos la distancia de esas dos calles para alcanzarte.






1 comentario:

  1. Vengo por aquí de nuevo, y acabo de leerme tus dos textos de mayo... desde febrero. Estabas perdida en la noción del tiempo. Y no me extraña. Yo también me pierdo en ella a menudo. El tiempo y su noción, son como agua entre los dedos, que como no te la bebas deprisa, se te escapa. Pero a mí siempre me gustó beber con las manos en la fuente, nada de botellas de plástico. Yo los domingos también pongo la alarma, pero suena y suena, y cada vez la apagó... hasta la próxima. El domingo es el día de las alarmas pospuestas. Pero siempre hay un domingo en una semana.
    Bueno, perdón por el desvarío, ya sabes, cosas del que escribe. El lunes nos leemos. Un abrazo muy fuerte.

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