Aprendí de Ti

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Qué puedo nombrar que no me enseñaras; extinguiste mi ingenuidad con tu picardía, sumiste a un protocolo obligado a las sonrisas, cambiaste mis hábitos con tus manías.
Qué no aprendí de ti: reprimir cada gesto espontáneo, guardar en secreto lo que hacía falta gritarlo, apreciar el dolor que produce cada espina sin siquiera conmoverse con el aroma de una rosa, jamás abandonarse a una caricia sin antes reconocer en ella la mentira.
Sin duda te llevas el mérito de que la inocencia y el placer hayan sido aliados sin querer, de que las acciones impulsen sentimientos y no al revés, de que el sufrimiento se disfrace de amor para hacer creer que en las sombras se pueden pintar ilusiones a color.
Hoy camino con la frente en alto, a pesar de tener el corazón partido y el alma y el cuerpo enlutados, esparciendo cenizas como serpentinas por donde paso. 
Tienes razón, soy tu mayor creación. Como tú reflejo destrucción y he olvidado el significado de querer, has sido un muy buen profesor. Pero si es de deberte admiración, que sea mi mano la que te haga saborear una dosis del veneno que a tu lado aprendí a preparar y que tantas veces me diste a probar. 





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