Pez Muerto

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Ilustración de Ricardo Salamanca

La expresión y el semblante que su rostro había tomado tras la confesión hecha no dejaban lugar a dudas. Sin embargo, el sujeto en cuestión ponía en tela de juicio la verosimilitud de su afirmación.
No más llegar se había echado con total despreocupación en el mueble y allí permanecía tal si la casa fuese de su absoluta propiedad. Ni bien llevaba quince minutos en la estancia cuando ya se estaba hurgando con insistencia la nariz, no debían de ser pocos los inquilinos que pagaban renta allí. No abría la boca sin manotear o soltar una palabrota por cada cuatro frases coherentes y el punto final de cada una, o no me queda claro si el comienzo, lo constituía un “bro”, apócope de “brother”, supongo, con el que señalaba ser partidario de masticar pobremente al menos dos idiomas sin dominar con corrección alguno.
Antes de responder a cualquier elucubración o pregunta, parecía que su cerebro descansara en su entrepierna y allí buscaba breve inspiración para salir de “n” dilema. Cuando me empezaba a temer que el sofá podría ofenderse de sostener a tan insigne figura, escucho:
—Bro, ¿tiene un rinconcito pa’ cambiales el aire a mis puta fosas nasale? Aquí hiede a oxígeno, bro.
Intuyo que desea intoxicar a la gentuza que vive alquilada en la cámara de su sentido del olfato y como no estoy muy seguro de la sustancia o el material que utiliza para tales fines lo invito afuera, cualquier lugar le vendrá mejor que el interior de la residencia. Entretanto nos dirigimos al destino señalado pienso que es todo un arte vestir los pantalones sin cinturón por debajo del trasero y caminar sin que resbalen al suelo. Ya en el exterior, el hombre se sienta en la acera, hurga en sus bolsillos y en un santiamén se prepara un pitillo. Inhala distraído par de veces.
— ¿Te lío uno, bro?
— ¿Qué llevan?
— ¡Jo-jo! ¡Bro-jo! —tose o se ahoga o ríe, o las tres a igual tiempo. Se levanta del suelo y apoya la espalda y uno de los pies en una pared cercana mientras se soba o se arregla la entrepierna—. Ja, jo, si tuviera una fucking idea, no me los fumaría. Jala no más. Son la nota, bro.
Le manifiesto abiertamente mi rechazo y de buenas a primeras se interna en un peculiar soliloquio, ofreciendo un buen abreboca de la jerga que maneja:
—Un día de esto le damo pa’ mi barriá. Ahí no hay bitch ni zorra que se me resista, bro —de nuevo se palpa el bulto del pantalón—, sas mozas lo que’tán es buena. Tú me’ices y te cuadro una jeva. Pero prestá, que si las dejo libre se me alebrestan, bro —da una honda calada—, yo con la Gloria voy es formal, de hace rato la tengo en la mira y me sobra puntería, bro, esa chama me pone a full mecha —silba en dirección al cielo—, espero que la family no se me ponga comiquita, bro, y tú relaxed que yo sé da la cara por ella. El otro día le puse el freno a un man que me le andaba echando los guau-guau, un mardito bicho, bro —se aclara con estridencia la garganta y arroja el alma en un esputo—, de una le rompí la jeta al cabrón a punta’e coñazo pa’ que se enserie, bro-jo, ¡ja!, me’a burda’e risa, ahora cuando me ve pira, el motherfucker sabe que si se me resbala le doy quiebre. Discúlpeme el léxico, bro, no se me haga la mente que soy tremenda joyita, palabra que yo lo que soy e’un varón —para reafirmarlo su mano sale, por enésima vez, al encuentro de sus genitales— y con esa niña voy resteao, bro.
Para alivio de mis oídos lo interrumpe el sonido de su móvil. Tras leer en la pantalla unos segundos me hace una consulta:
—Bro, ¿“pecera” va con “z” o con “s”? Por aquí un socio me está echando pa’tras un business y quiero meterle en el coco al bastardo que más rapi’o de lo que corre una bala pasa’e pez gordo a pez muerto si se sale del estanque.
A nada de un severo pasmo me ahorro el responder. Mi capacidad de reacción se anula de forma automática.
— ¡Mierda! Me están tronando arrechamente las tripas, bro, ¿entramo pa’entro o qué? Me huele a que su vieja ya tiene la papa lista y además, bro, tengo que cambiale el agua al bird.
A esas alturas ya había tenido demasiado del sujeto, suficiente de sus “bro” para hacerme sobrada cuenta de que el único hermano que con seguridad tendría espacio en mi vida era mujer y por nada en el mundo permitiría que se convirtiera en la de él.
Por gajes del oficio, a veces la vida familiar puede tornarse en un verdadero trabajo, estuve obligado a “congeniar” con el hombre durante otros tres cuartos de hora. Apenas él irse suspiré de alivio y pasé el mal trago de la visita con uno más reparador del mejor whisky.
Sentado frente al escritorio, en mi despacho, escucho a lo lejos pasos acercándose. Su ritmo frenético me anuncia a quién pertenecen. Me anticipo a su llegada e inicio una llamada. Rebosante de una extraña mezcla de expectativa y felicidad invade la estancia. Coloco al contacto en espera para interrogarla. Contesta afirmativamente, sumida en un estado de euforia excesiva, a cada una de mis preguntas y yo no quepo en mí del desconcierto. Pienso de nuevo en el sujeto e insisto escéptico:
— ¿En serio?
—Sííí. ¡Y ni te imaginas cuánto!
En seguida, sin develar nada, doy media vuelta girando sobre el asiento y retomo la llamada:
—Procede. Sin fallos. Liquida el asunto lo antes posible y mantenme al tanto.
Cuelgo.
— ¿Con quién hablabas?
—Son solo “business”, Gloria.  —Ajena a todo, no percibe la ironía en la frase proferida—. Ya sabes, negocios.
Pronto recibiré un mensaje con la confirmación del éxito de la encomienda. Observo a mi hermana, dentro de su burbuja de amor y fantasía, sonreírme inocente. Lo que me tocará consolarla cuando... En fin, todo sea por un bien mayor.
“¿Bro, “pecera” va con “z” o con “s”?” ¡Dios! Me vuelven a la cabeza la conducta y las palabras de tan modélico individuo y no hallo manera  de responderme de dónde habrá heredado Gloria semejante mal gusto. Suspiro atónito. Lo que hay que hacer por la sangre...
Peces muertos... Más tarde, en algún lugar, habrá que cambiar el agua del estanque.



Aldo Simetra





3 comentarios:

  1. Hace poco Fritzy me objetaba, en uno de mis relatos, la falta de un lenguaje más lleno de matices coloquiales en el habla de un personaje argentino de los "bajos fondos". Está claro que ya sé de quien puedo aprender, porque usted lo borda, Aldo. Me ha encantado ver toda esa riqueza de matices, de color, en el lenguaje vivo de su personaje. Y, por supuesto, el "peligroso" juego en el que se había metido sin quererlo, con quién, mucho más refinado a la hora de hablar, no lo era tanto a la hora de "arreglar" ciertos asuntos.
    Como siempre, un placer leer sus relatos. Disfruto mucho, no lo dude. Y, por supuesto, aprendo.
    Un abrazo

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  2. Nota: Me queda claro, por supuesto, que el "bro" no es argentino, je, je, pero me refería al uso del lenguaje coloquial en general

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  3. Tenga por cierto que sé de cuál personaje me habla, Isidoro, pero no esté tan seguro de que pueda aprenderme mucho en ese aspecto; solo manejo el lenguaje coloquial que me resulta cercano o familiar, pero con gusto comparto mis escasos conocimientos.
    Le agradezco enormemente el comentario y que disfrute con la lectura de los textos. Y créame que el aprendizaje es mutuo.
    Un gran abrazo.

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