De cuando la lluvia me inunda a puertas cerradas y los poetas me prestan sus letras a las tres y tantas de la madrugada

/
5 Comentarios
Rainy Day - Jenna Martin

Cuando miro las estrellas me acuerdo de Neruda,
de cómo tiritan azules los astros a lo lejos,
escucho a Alex Ubago recitando sus versos
y dudo si llegaste a quererme
tanto como yo aún te quiero.

El fuego de la lumbre o el de una fogata
evoca incendios jamás extintos acá dentro del alma,
me conduce a Bécquer y sus probabilidades,
y pienso que, pese a todas ellas,
tampoco en mí la llama de tu amor podrá apagarse.

Cuando, transitando por la vida,
me encuentro en un abismo o una encrucijada
y perdida
recurro a Benedetti buscando protección y calma,
imagínote tranquilo
en algún rincón del mundo
y rezo porque estés a salvo
aún sin estar conmigo.

Cuando, en noches en que no acude el sueño,
el insomnio me convierte en un despojo,
y con Mistral repaso el modo cruel
en que poco a poco se nos va todo,
me invade el miedo profundo y monstruoso
de que de tu recuerdo más fiel ya me borro. 

Seguiré guardando tu fotografía,
diría Cortázar:
no para acordarme de ti cuando la miro,
sino para mirarla cuando me acuerdo de ti
a cada instante y a cada hora,
en cada sitio y en cada aurora,
gozando de compañía o estando sola,
en la alegría y en la penumbra,
leyendo prosa o poesía,
mirando al cielo o acaso al suelo,
viéndote mozo y también... viejo.

“Juventud, divino tesoro...”,
suspiro.
Mi voz, débil eco de Rubén Darío;
los labios mustios,
el rostro húmedo, 
sin todavía comprender por qué 
cuando quiero llorar, no lloro 
y otras veces, como hoy, en ti pensando, 
lloro sin querer...

Ay, mi Andresito Blanco,
es noche aciaga y mengua la luna;
si antes crédito no daba a tu palabra mi locura,
ahora te lo concede muda  mi desdicha.
Y es que, el amor que en otoño viene,
razón tenías,
si le dejamos ir, más nunca vuelve.







5 comentarios:

  1. Puede que tengas razón, Fritzy, muchas veces, la realidad no permite la euforia necesaria para narrar lo que no sean causas perdidas. Sin embargo, quizás esa misma realidad es la que ha sembrado de grandes obras toda nuestra literatura. Tú nos lo muestras con maestría en este poema tan hermoso. Qué bien has unido tus propios versos con la poesía de los maestros en causas perdidas (y en otras causas). Sobre todo ese final, a dos voces tan perfectas con tu compatriota. Me ha encantado compañera, escribes de lujo, eso seguro.
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Menos mal no me das la razón del todo, puede que luego encontrara en ello justificación a la flojera o falta de esfuerzo por escribir sobre otros temas, jaja. ¡Muchísimas gracias, Isidoro!! Ya sabes que también es un lujo que me leas. ¡Un abrazote!! ;)

      Eliminar
  2. Pues menos mal que no se me ha ocurrido darte la razón del todo, porque no me perdonaría que encontrases en mis palabras, ni una pizca de justificación para la flojera en escribir sobre muchos otros temas, porque nos perderíamos lo mejor de Fritzy. Y eso, como digo, sería una verdadera lástima para los que disfrutamos con tus letras.
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  3. Alguna vez te dije que los mejores textos son aquellos que uno puede creer durante un instante, están escritos para sí mismos, para el lector, me refiero. Y eso me pasó con éste, uno podría sentirse receptor y en un arrebato de egocentrismo, pensar que alguien aún le llora sin querer. Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Mil gracias, Javier! ¡Ya te extrañaba, che! Pues yo feliz de que el texto consiga por sí solo receptor, así no se siente huérfano de destinatario. ¡Besotes!! ;)

      Eliminar

¡Coméntenos! Claro que mordemos, pero desde aquí no podemos hacerlo.

El mundo ya tiene demasiadas imitaciones. Defienda la originalidad. Con la tecnología de Blogger.