En la estación...

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Un tren se avecina raudo a la estación. 09:11:54. Tras la franja amarilla Nadia revisa un texto en su móvil, Jessie se distrae con las pulseras coloridas que adornan su muñeca.
— ¡Mami, quiero una! ¡Quiero una!
La chica, conmovida, se la regala. Total, tiene varias.
Paul sonríe ante el gesto. Cabecea y tamborilea los dedos a la altura de los bolsillos del pantalón al ritmo de alguna melodía filtrada en sus audífonos. Le contagia su buena vibra a Rita, a quien le da por cantar. Juntos envían señales al radar de Berta y Eugenia:
— ¿Has visto cómo acompasan esos dos?
Víctor niega con la cabeza en dirección al par; no de jóvenes, sino de ancianas. Le han recordado alguna ocurrencia de su abuela. Viste corbata con camiseta.
Mauro le echa buen ojo a él y a su atuendo y se espanta, le parece que atenta contra su “sentido del glamour”. Aún así le comenta a Lina:
— Me lo como completito... ¡Pero sin el envoltorio!
Su amiga, en cambio, está sin estar. Mantiene los ojos abiertos en el limbo. Desde el otro lado Jesús la vigila. No Cristo, sino el niño que desde el lado contrario del andén le hace muecas para traerla de vuelta a la estación. 09:12:28.
Delante de la franja amarilla Luis otea el interior del túnel y zapatea impaciente con un pie. Le transmite su desespero a Mildred, quien se fija en su reloj pulsera con insistencia, aunque no en su hija Sofía que se cree modelo o equilibrista sobre la línea pintada con ñemas de huevos sobre el suelo. Todavía piensa en el desayuno y en que le habría gustado comerlos.
David, disminuido en su rincón, la señala en la distancia; pero a él nadie lo ve.
Ahora muchos dirigen la vista hacia el mismo sitio que lo hacía Luis y otros, hacia arriba, al vacío. Intentan captar el mensaje que sale de los parlantes, tal si les funcionase a medias el sentido del oído.
Los altavoces tosen y carraspean o quizá, quien habla a través de ellos.
—Ssse les cof-cof... cuerda a losss ssh... suarios mantener... coff trasss... ffff... anja... illa. El trrr...n cof-q-cof ssstá ingres... do ssss... ción —09:12:57— no presss cof... rá ssssr... vicio co-coff-mercial cof —dos segundos de estática o una respiración profunda—. Favor aguardar tras...
Silencio. Escrito con “s” de shock.
El tren sigue sin prestar servicio comercial, sin embargo, no contemos el final.
Puede que alguno no sufra nada más de incapacidad auditiva, sino también de mudez.
Luis mira en la dirección en que lo hacen todos.
Jesús se adueña de la expresión de Lina, le ha robado el limbo o ella lo ha abandonado. Tal vez a él su tocayo sí lo vigila.
Mauro permanece espantado, el sinsentido (no precisamente del glamour) atenta contra él.
Víctor se ha olvidado de su abuela y las ancianas, quienes a su vez han olvidado a los  dos que iban más al compás que a la par.
— ¡Mami, mami, mami! —Jessie solo llora y grita.
Nadia se ha quedado sin móvil que revisar.
Mildred, con desespero nacido no de afuera, sino de adentro, se fija... Se fija en que no está su hija.
Sofía saborea sus dos huevitos fritos de un lado, ha logrado que le sirvan el desayuno en la estación. 09:13:02.
David, desde su hueco donde a todos mira, todavía la ve caminar sobre la franja amarilla.






4 comentarios:

  1. un placer el haberte hallado gracias por compartir tu arte

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  2. Se me antoja un final incierto en un texto raudo, como un tren en hora punta (salvo si están de huelga, cuando la incertidumbre crece) En el tiempo que dura el poco más de un minuto, se nos cruzan y entrecruzan la vida de varios personajes, en ese descenso a los infiernos de la vida cotidiana. La soledad del colectivo que diría alguien. Para mí, queda reflejado ese estrés rutinario que nos ciega, ese bosque que nos impide ver el árbol… Por mucho que no hagamos otra cosa que fijarnos en cada hojita del árbol ajeno. Yo, leyéndote, me he visto ahí, esperando ese tren cada mañana, con la misma gente que veo todos los días (me conozco todo su guardarropa, ja, ja) Hay un grupo que me tiene especialmente intrigado en mi rutina: varias personas se juntan y se separan en diferentes estaciones. Si no son del mismo barrio ni trabajan en el mismo sitio, yo deduzco que solo se conocen… de encontrarse en el camino (yo les llamo la “banda del metro”. Un día de estos, me voy a acercar a preguntarles…

    Fuerte abrazo amiga

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    Respuestas
    1. Acercarse a preguntarles no estaría de más, seguro aprovechan y también resuelven alguna intriga sobre ti.
      Me gusta eso que dices del estrés rutinario que nos ciega... El final sí que es tan incierto como la imaginación de cada cual, sin embargo por allí he dejado algunos cabos de los que tirar, no más hay que atreverse a cruzar la franja amarilla sin intentar frenar al tren, de este lado de la ficción no será tan contraproducente como lo fue o pudo serlo para los protagonistas del texto. ¡Gracias a montones, Isidoro! ¡Un abrazote! ;)

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