Des-a-mor

/
2 Comentarios

Lo conocí cuando el descreimiento me reventaba los ojos y la paciencia, y enarbolaba el escepticismo cual bandera y me burlaba a mandíbula suelta y sin reparo de las zalamerías y palabrerías con las que suelen revestirse los enamorados.
Nunca le mencioné lo ridículo que se me hacía su forma de cantar los desamores, tan alto y doliente como si el apocalipsis se materializara en sus sentires, tan hondo e hiriente como para no poder evitar hundirte ni ser por completo inmune.
Iba por allí paseándose como melodía rota o guitarra sin cuerda y yo terminaba deseando, no sé cómo ni por qué, componer los acordes de la una y las carencias de la otra.
Hubo un tiempo en que lo odié cada día sin falta hasta el punto en que pude responderme cómo se podía aborrecer lo querido y viceversa.
Entre remiendo y remiendo me quedó mucha tela por cortar que él no quiso usar ni yo botar, lo recuerdo. Hay trajes que no quedan como queremos.
Recuerdo también que cuando entendí su tragedia interna me sentí patética. La ira y la tristeza jamás habían librado en mí una lucha tan intensa. Rabiaba que dolía y dolía hasta la furia. Eso sé. Y entonces me conocí sin la carcajada descarada y las palabras desfilando tontas por las comisuras de mis labios, hube de haber desafinado en más de una tonada en que la alegría ideada y no concebida, de tanta pena y silencio, se tornó en des-dicha.
Por largo rato me acompañó esa asfixia ardiente que se te instala entre la garganta, la nariz y la boca como un grito atravesado, aunque nunca manifiesto y que te hace boquear como pescado al borde del desespero. A nadie le deseé tal angustia. Deben de existir mejores maneras de hacerte ver que en ti hay vida.
Hasta ayer he andado con ese tú y yo con entrecomillado sarcástico y puntos suspensivos atorado en el pescuezo, esa manía de voz rota y temblorosa suscitada por los nervios cada vez que él se anunciaba en mis sentires ha mudado a un talante sobrio y frío que parece despedirle.
Ya no es para tanto lo que fue para nada y eso justo he sentido cuando este mediodía el sonido de su voz al teléfono me acarició el oído.
—Hola, ¿quién habla? —Dijo. Y yo, que en mi mente tenía un “hola, bonito” al mejor estilo de Jarabe de Palo en su versión más afinada y alegre, me anudé la lengua y, antes de colgar, maté el adiós adherido a ella.






2 comentarios:

  1. Guau! Me encanta!!un des-a-mor razonado como sólo haces tú, y una despedida soberbia e irracional, adherida a la llamada... como que la cosa fue como tenía que ser.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Graaacias!! Sí que irracional... Como dices, seguro a la emisora de la llamada la asaltó en ese momento un "¿pa' qué?" al darse cuenta de que lo que fue no vuelve a ser.

      Eliminar

¡Coméntenos! Claro que mordemos, pero desde aquí no podemos hacerlo.

El mundo ya tiene demasiadas imitaciones. Defienda la originalidad. Con la tecnología de Blogger.