Gente Presumida

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          Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Imposible que no se me venga a la mente alguna personita a la que ésta frase le quede de las mil maravillas.
¿Y quién no se ha topado con personas petulantes de esas que se creen el plato principal de un restaurante,  el trofeo en una ceremonia de premiación o la corona de la reina en un certamen de belleza, cuando en realidad son lo equivalente a un adorno que puedes suprimir u obviar?
Muchos son los que se llenan la boca hablando de cualidades que no poseen, aumentando sus atributos, colocándose por encima de sus propias expectativas y a la hora del té, tienen muy poco que ofrecer. Sin duda no se miran al espejo, aunque es de esperar que también enaltezcan su reflejo.
Un baño de modestia y humildad no les vendría nada mal, a ver si así despiertan de su ensueño, se desprenden de tanto alarde y al fin presentan una imagen fresca al deshacerse de tantas capas de falsa grandeza.
Lo que no se puede negar que les sobra a los presumidos es un ego en constante crecimiento, que a veces está tan inflado que uno desearía que fuese un globo para pincharlo y explotarlo sin querer queriendo, como dice El Chavo; así no habría dudas de qué están hechos: puro aire y nada de fundamento.





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