Candidez

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Fotografía de Chiara Fersini

“¿En casa? No, no, en el restaurante. El día atravesado de la semana... sí. Una... no, mejor dos... Dos horas después del almuerzo. Cuando siempre va menos gente, pero igual está atareado...”. –Le parecieron el sitio y el momento justos para hablarle al padre de aquel asunto:
– ¿Pá?
– ¿Ah?
–Mire, tengo que decirle una cosa... –Le interrumpió mientras lo veía poner en orden unas facturas.
–Hable no más, mija. Yo escucho con los oídos. –Replicó quedo sin apenas dirigirle la vista.
–Ehh... Sabe cuando a una le cae más que bien un compañerito del cole y...
–Sí, sí, que se hacen amigos y andan pa’rriba y pa’ bajo oliéndose el rabo –completó sin hacer un alto en su labor–... Vaya al grano, vaya al grano.
–Bueh... este... Es que ando sintiendo como un cosquilleo en la panza...
 – ¡Acabáramos! ¡Zulay! ¡Hágame el favor y sírvale algo de comida a la nena! –La mujer asiente desde el mostrador– ¿Ve? Hubiese dicho desde el principio que tenía hambre y ya estaba.
–Es que, papá, no creo que se me pase comiendo.
– ¿Cómo no?
–...
– ¡Ay, no me vaya a decir que anda incubando niños allí dentro!
–...
– ¡Y yo que creí que no me iba más que a estudiar a la escuela, Filomena! ¡Ya después lo culpan a uno por preferir varones, pero con ellos casi se puede decir que son otros los que se convierten en abuelos! Yo ya llevé mi parte con usté, francamente... ¡Dígame dónde vamos a meter un carricito ahora, ¿ah?!
– ¡Pero, papá! ¡Que no, que no es eso! ¿Cómo se va a pensar...?
– ¡Ay, ya dígame cómo se llama el muchacho ese de quien no termina de contar!
– ¡Ja! No, si ya no le quiero contar nada.
– Mire como se le pusieron esos cacheticos rojos. Me dio curiosidá sabé con cuál de los dos se sonroja más, si con el muchacho ese o con su papá. A ver qué gallo va a cantar...
Negación de la muchacha.
–Deje, deje.
–Ya se me avergonzó la nena. Pero bueno, tráigalo no más. Aunque sea pa’ conocelo.
– ¿En serio?
–Sí, niña, palabra. ¡Tráigalo pa’cá, a ver si se lo espanto!
– ¡Ash! –se desinfló, medio gruñendo.
–Jajaja... No, en serio, tráigalo no más.
– ¿Seguro?
– ¿Me ha visto a mí bromear, Filomena? –La muchacha puso los ojos en blanco, resoplando, sorprendida por el descaro– ¡Sí, hombre! Invítelo pa’ la casa. Y mejor que sea antes de que me arrepienta, ¿oyó? –le advirtió.
–Vale –acordó ella a la vez que emprendía su huida, medio azorada y contenta.
– ¡Filomena! –Gritó el padre antes de que atravesara la puerta del restaurante. Ella respondió al llamado girando la cabeza en su dirección– ¿La clase de educación sexual ya se la dieron en la escuela o se la tengo que dar yo?
La muchacha abrió la boca ruborizada y salió disparada del local bajo la mirada indiscreta de un par de clientes. El padre, al verla marchar como venado asustado, soltó una carcajada que resonó en todo el lugar. Zulay, que negaba con la cabeza entre divertida y avergonzada por la niña, le espetó:
– ¿Pero por qué siempre se ríe a sus costillas? ¿No le parece que ya está muy grande como para que le haga esas bromas?
– ¡No fastidie, Zulay! –Refunfuñó– Ya sabe usté que más son los años que cuentan los hijos que lo que crecen. Aquí entre nos, ella también se ríe. Lo que pasa es que hay que esperar unos añitos para que le encuentre el chiste.
Zulay continuó negando con la boca cerrada y le dio la espalada para encargarse de unos platos. El hombre se quedó meditando en silencio un rato y luego como si le ganara la incertidumbre, recurrió a la mujer bisbiseando:
–No creo que la vaya a necesitar porque lo más sensato que hará el muchacho en cuanto me conozca será pintarse de colores; pero, la clasecita esa –consultó frunciendo el entrecejo–, sí se la dan en la escuela, ¿verdad?
La mujer no le respondió, le palmeó el hombro despatillándose de la risa y se dirigió a atender a la clientela, dejando al padre de Filomena con una pregunta entre labios:
– ¡Caray, Zulay, ¿eso qué significa?!






2 comentarios:

  1. Que le devuelvan con la misma moneda es lo que necesita ese padre, a ver si aprende al menos a tomar otra actitud. Lo he leído varias veces, y de tanto imaginar la escena (por bien narrada) casi les he puesto cara a los personajes. Felicidades!

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    1. Jajaja, no lo censures, hombre, que no lo hace de mala fe. Bueno, al menos eso quiero creer.. ¡Mil gracias! ¡Un abrazote, Javier!! ;)

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