Fuego

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Su única arma cuelga desafiante más abajo de la línea de su cintura. El deslucido forro que la contiene la dibuja peligrosa, brutal y contundente; a ratos salvadora y en otros, dadora de desastrosas muertes. Temo lo segundo, pero no lo suficiente como para no atreverme a buscar mi pase a la liberación. Con cautela, aterrorizada ante la sola idea de que despierte cual fiera y se desate una tragedia, deslizo una de mis manos; la palpo, me familiarizo recelosa con sus dimensiones y contornos, si supiera de calibres no me costaría discernirlo con el tacto. Me apresuro a hacerme con ella a la vez que un escalofrío me recorre el espinazo; intento sostenerla con firmeza, mas mi pulso se deja dominar por el nerviosismo. Mi creciente ansiedad me traiciona, me tiendo mi propia trampa. Él toma ventaja.
Sus manos imperiosas y castigadoras reviven de improviso, chocan fugazmente con las mías y en un rápido movimiento al estilo del más temible pistolero, desenfunda y me apunta. Retrocedo sin pensarlo, el cañón de su pistola a punto de abrir fuego me tiene en la mira y él, cual profesional concentrado en su diana, me observa dibujando en sus ojos una inminente amenaza.
– ¿Vienes a matar o a morir? –Espeta sin bajar la guardia. En su voz hay un ligero deje de burla. Le contesto en el mismo tono:
–A ambas –estoy lejos de dejarme impresionar o someter, o al menos eso le hago creer.
Le insto a que dispare, después de todo ambas opciones conducen a similares finales. Se aproxima lento y ceremonioso, todavía encañonándome, hasta que a quemarropa imprime la dureza de su arma sobre mi piel. Recorre pavorosamente mi figura con ella y mi cuerpo se contrae a intervalos, me invade un tenue estremecimiento ante la expectativa y mi garganta se tensa en un gemido áspero de exaltación.
–Aún no está cargada –susurra demasiado cerca–, primero hay que ponerle balas.
Ante el anuncio planeo con sigilo mi próxima movida. Ha de delatarme el cambio en el semblante porque le oigo añadir:
–O a lo mejor sí... ¿Quieres probar?
No espera respuesta. Me invade la boca sin preaviso y sin dejarme tiempo a reaccionar, una prominente rigidez hace fricción entre mi lengua y el paladar. Mis labios se convierten en una "o" mayúscula y apretada cerniéndose alrededor de su armatoste. Mis manos se rebelan de forma tardía contra su ataque, sin embargo todo esfuerzo parece vano y se pierde en la intimidación velada que representa el avance del arma hacia mi garganta, como si buscase lacerarla. Lo veo accionar exultante el gatillo, se me entrecorta la respiración, me lagrimean los ojos que son atravesados por el brillo perverso y despiadado de los suyos, cedo de manera inevitable al desespero. Hace estallar el artilugio que implosiona devastadoramente el interior de mi boca impactando más allá de mis cuerdas vocales. Desfallezco con la mirada extraviada y a un último suspiro de encontrarme con el sinsentido.
–Resucita, aún no termino contigo.
Dudo de a quién pertenece en verdad el desenlace. Mientras por obra de magia los signos vitales empiezan a recomponerse le sonrío al azar, la muerte puede esperar o tal vez... Recuerdo cuando me preguntaba cuánto tardaba en hacerse realidad un deseo y, por supuesto, en ese entonces no se habría mostrado incrédulo ante mi respuesta si supiera, como ahora, que a veces tarda en cumplirse lo que dura en producirse un disparo y en otras, lo que tarda en materializarse un orgasmo.





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6 comentarios:

  1. Wow, impresionante, trepidante cómo va discurriendo la escena, y sí, he de confesarte que yo (supongo por la costumbre de últimamente narrar de rodillas y con la boca abierta) me olía el desenlace. Buenísimo :)

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    1. ¡GRACIAS!! Ya me imaginaba que eso pasaría, la verdad creo muy poco probable que alguien no lo haga, pero mi propósito era mantener la duda todo lo posible o precisamente hasta el desenlace.. :) ¡Besos y un abrazote!! ;)

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  2. Bueno, ja, ja... He de decirte que eso no lo has conseguido (me refiero a tu respuesta al comentario de Javier), porque cierto es que, al final del primer párrafo, ya se nos dibuja en la mente que tu "duelo al sol" va por otros derroteros, je, je. Pero también he de decirte que eso no resta ni un ápice de fuerza al relato (sobre todo erótica), y se lee con avidez, succionando toda su esencia hasta la última palabra.
    Genial Fritzy, un abrazo enorme

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    1. ¡Por Dios! Cuánto pecado hay en esas mentes que no pueden concederle ni un mínimo beneficio de duda al escrito... Jajajaj, por eso decía que "era" mi propósito, que lo lograra o no ya es otro tema, porque la verdad no logré engañarme ni a mí. ¡Muchísimas gracias, Isidoro!! ¡Un abrazo enorme también para ti!! ;)

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  3. Jaja, así es. Uno puede saberlo, pero el juego de imágenes se mantiene hasta el final con la maestría que tú sabes darle :)

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